DE OTRAS OBRAS NO EMPEZADAS
Aquel que por caprichos del
destino era a la sazón presidente de una pequeña comunidad de vecinos y que un
día cualquiera del otoño se encontró con la angustia de un vecino algo sordo
pero no lo suficiente como para no advertir que en la arqueta sonaba algo con más
fuerza de la cuenta y que bajaron ambos a ver qué pasaba y descubrieron que la
cañería sonaba en el mismo sitio y con la misma intensidad que lo había hecho
solo seis meses antes y que enseguida otra vecina avisó de que su cochera tenía
humedades y que fue a dar cuenta al seguro que curiosamente había subido su
precio del recibo solo unos días antes y que le aseguraron que avisaban
inmediatamente a un albañil con el que trabajaban y que él también se puso en
contacto con el del pico y la pala para que viniera pronto a arreglar aquello y
que le contestó que estaba ocupado en el pueblo de al lado y que en una hora
bajaba para hacerse cargo de todo y que no supo de él hasta el día siguiente y
que cuando le volvió a llamar este le aseguró que había estado allí a última
hora pero que no lo había avisado porque era ya muy tarde y que le instó a que
fuera pronto porque aquello seguía manando sin parar y que solo acudió por la
tarde cuando llevaba la humedad más de un día y que después de extraer algunos
capachos de tierra y de cemento solo pudo asegurar que todo dependía de Aqualia
y del corte de tuberías que tenía que hacer y que le pidió que por favor les
apremiara porque aquello no podía seguir así y que se fue sin asegurar nada y
que al día siguiente y van dos llamó desesperado a la compañía de seguros y que
un agente le declaró que volvía a llamar al albañil a ver qué pasaba con todo
esto y que él también volvió a insistir aun a costa de ser mandado a freír espárragos
y que el albañil le aseguró que eran los de Aqualia los que no cortaban el
suministro porque tenían problemas en los depósitos y no podían atender a todos
y sin eso no se podía trabajar para sanear aquello y que entonces llamó a la
oficina de Aqualia por si podía empujar un poco y que cuando hablaba por teléfono
pensaba para sí qué coño tenía que ver él con Aqualia si él pagaba los impuestos
al ayuntamiento y que solo le respondía un tono como de fax y que muy enfadado
llamó al ayuntamiento por si allí le solucionaban algo y que a la quinta o
sexta vez consiguió que le pasaran con el departamento de obras donde no había
nadie para atenderle tal vez porque el funcionario de turno había pedido una
semana de permiso para arreglarse las uñas o vete a saber y que por fin consiguió
que le contestara un técnico y que le dijo que eso no dependía del ayuntamiento
sino de Aqualia desde hacía bastantes años y que aunque le dedicó unos párrafos
a eso de que él no tenía nada que ver con la dichosa Aqualia de las narices y
que pagaba impuestos al también dichoso ayuntamiento el técnico le hizo la
gracia de decirle el número de teléfono de la compañía del agua y que llamó
tres o cuatro veces siempre con la respuesta del pitido del fax y que a eso de
la hora de comer y ya cumplido el tercer día de la fuga del agua volvió a
llamar al albañil y este le contestó que había conseguido de Aqualia el
compromiso de cortar el paso del agua el lunes por la mañana para poder operar
y arreglar el desperfecto y que se quedó con las ganas de echarle un chorreo y
de jurarle que tendrían que dejar todo como los chorros del oro y que lo dejó
porque entendió que él realmente solo podía reclamar a la compañía de seguros o
al maestro armero y que todavía lo intentó de nuevo y desde los seguros le
ofrecieron la posibilidad de contratar a cualquier otro albañil si este lo
arreglaba antes y que pensó que si tenía que volver a empezar con los permisos
iba a ser peor el remedio que la enfermedad y que se quedó como lelo con el teléfono
en la mano pensando en el fin de semana y en los desperfectos que las fugas podían
producir en los bajos del edificio y que estuvo a punto de acordarse de los
familiares de unos y de otros y que lo dejó todo en un silencio tenso y que de
pronto le entró una risa temblona y que se dejó caer en el sillón diciendo aquí
me las den todas y mañana será otro día y que no sabe cómo será ese día de
mañana y que tal vez se salga al campo a soltar los enfados y a decirle a la
naturaleza dios mío cómo está el mundo cómo está el mundo y que templará gaitas
el lunes porque si no no sabe por dónde va a salir todo esto o vete a saber qué
puede pasar el día de autos.
2 comentarios:
Jodo! Podías haber puesto alguna coma y algún punto. Cuesta leerlo.
Jeje
Entiende que la "voluntad de estilo" está precisamente en eso. He construido una oración y ni siquiera tiene predicado, solo sujeto.
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