lunes, 24 de mayo de 2021

LO PRIVADO

LO PRIVADO

Porque es la otra pata del banco, la otra cara de la moneda, la estampa que nos sale al encuentro cada día y cada hora. De nuevo sirve de pretexto la experiencia personal. Vuelvo a pedir disculpas por ello e invito a ascender de la anécdota a la categoría.

Las comunidades de vecinos suelen repartir las representaciones por años entre sus componentes. A mí me ha correspondido ese pequeño trabajo durante casi los dos últimos años. Tampoco es demasiada ocupación. Tocaba renovar el cargo.

Uno de los actos obligados es el de acudir a la entidad bancaria correspondiente para cambiar las firmas y poder operar en las exiguas cuentas de la comunidad. A la entidad nos dirigimos a media mañana, cuando había disponibilidad horaria en el trabajo por parte de la nueva presidenta.

No había cola de espera y pasamos al interior. Nos acercamos a una mesa cualquiera, pues casi todas estaban vacías de clientes. El empleado nos saludó y nos preguntó por el motivo de la visita. En tres palabras se lo expusimos. Nos miró con cara de extrañeza. “Tenían que haber pedido cita”. “No lo sabíamos, pero, en todo caso, no hay clientes y lo podríamos hacer ahora mismo”. “No, miren, pasen a esa otra mesa, que les atiende mi compañero”. Su compañero nos miró y repitió la consigna: “Tenían que haber pedido cita”. Picó en su ordenador y se despachó con estas palabras: “Solemos dar cita con casi un mes de espera, pero queda un hueco antes”. Eran como quince días. Había que volver, ajustar el horario de trabajo de mi acompañante y esperar que nada volviera a torcer las intenciones.

“Se estará usted dando cuenta de cómo se nos están quedando los ojos con lo que nos dice”, le espeté. Nos miró con cara de resignación y contestó: “Lo entiendo, pero es así, y yo no puedo cambiar las cosas”. Nos volvimos a mirar en silencio, sin saber cómo reaccionar. El empleado debió de ver nuestras caras y, con calma, nos añadió: “Como se trata de una cuenta de comunidad de vecinos, les advierto -por si lo quieren consultar con sus vecinos- que el mantenimiento de la cartilla les costará 240 euros al año a partir de ahora. Se lo digo porque reconozco que es una cantidad elevada y tal vez se lo quieran pensar”. El mantenimiento actualmente debe costar entre 20 y 30 euros. No tengo necesidad de dibujar nuestros semblantes porque cualquiera se los imaginará. Todavía tuve ánimos para comentar esto: “Y en unos meses esta caja será absorbida por el BBVA o por el Santander y entonces subirán la cuota de mantenimiento de cartilla a 480 euros”. El empleado, medio en bromas medio en serio, nos respondió así: “Eso está a la vuelta de la esquina y no tardará muchos meses”.

Le dimos los buenos días al dependiente y salimos de la oficina con paso lento y en silencio, sin articular palabra y como alelados. Creo que aún no nos ha cambiado el color de la cara.

Y ahora, al rincón de pensar y a ascender hasta la categoría: concentración de bancos, despido de empleados, cierre de oficinas, subida de tasas, concentración de poder económico y social en pocas manos, desprecio y rechazo de cuentas con pocos fondos (comunidades de vecinos)… Y, al final del ejercicio, sueldos de directivos, cuenta de beneficios y reparto de dividendos. Eso sí, si hace falta (y hace falta con alguna frecuencia), se rescata a estas entidades porque la economía no puede soportar su desaparición. Dicen.

Las conclusiones son de cada uno.

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