LO PÚBLICO
Hoy quisiera ser yo mismo el pretexto.
21 de mayo, ya dos meses de primavera. Primavera
baja. Naturaleza en todo su esplendor. Día soleado y temperatura agradable.
Estoy citado a las doce de la mañana para recibir
la segunda dosis de la vacuna Pfizer. Orden en la fila. Excelente trabajo de
Cruz Roja y de Protección Civil. Documentación. Anotaciones oportunas.
Presentación del brazo. Antes del pinchazo, el enfermero me mira y me habla:
“Yo fui alumno suyo”. “Perdona, pero es que, con estas mascarillas, apenas te
reconozco”. “Soy David Hernández”. “Qué alegría verte en un trabajo en el que
ayudas a la gente”. Pinchazo. Reposo de un cuarto de hora en una silla.
Distracción escuchando a un humorista a través del teléfono. Salida a la calle.
Paseo por el parque que cruza el río. Otro paseo tranquilo hasta Santana.
Vuelta a casa.
Formalmente, se cierra un ciclo que,
sanitariamente y con todas las precauciones necesarias, me debería llevar hasta
una cierta normalidad en el día a día. Largo y penoso este período de casi año
y medio. Voy a procurar no darle muchas vueltas al asunto y dejar que corra el
tiempo.
Hasta aquí el pretexto. Pero faltan muchas cosas:
el contexto, el postexto y la categoría. Y mi caso personal solo puede subir hasta el nivel de categoría si extraigo consecuencias; si no, es solo una anécdota y a nadie importa. Ante la situación general que hemos vivido (y
que seguimos viviendo), ¿quién es capaz de no pensar en la importancia de los
valores comunes y en la necesidad de lo público? ¿Qué situación sería la
nuestra si no se hubiera actuado desde organismos colectivos, incluso
superiores a los nacionales? ¿Cuál habría sido la defensa individual? ¿Alguien
tiene capacidad siquiera para imaginarla?
Y seguimos en el empeño, pues faltan generaciones
enteras y comunidades y muchos países sin el remedio, que parece fundamental,
de la vacuna. ¿Cómo podemos perder ese sentido de lo colectivo y tender a
olvidarnos de lo que están en peor situación? La solución ha de ser común o no
será. Las generaciones más jóvenes siguen pendientes del remedio y con ellos
tenemos que tener em-patía y com-pasión, cuidado y atención. Ahora más que
nunca: ¡”Todos somos esas generaciones más jóvenes”!
El caso de la pandemia nos coloca enfrente de los
ojos y al lado del corazón lo que significan la fuerza y el objetivo comunes. Cuanto
más individualista hagamos la escala de valores, más nos estaremos alejando del
progreso físico y moral y estaremos construyendo una comunidad más pobre y
oscura.
Y así en todos los aspectos de la vida: sanidad,
educación, justicia, economía, medio ambiente… La convivencia es inevitable en
un pequeño planeta de más de siete mil millones de habitantes. Hacerla
llevadera es labor de todos.
En la otra acera, y en el mismo nivel, está la
exigencia de que lo que es de todos, lo público, se respete, se mime, se
defienda y se administre con la mayor eficiencia. Por eso, en nada está reñida
la defensa de lo público con la exigencia de organizarlo con la mayor eficacia
y rendimiento.
Ahí tenemos todos una labor diaria bien visible. Vamos
a ello.
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