viernes, 21 de mayo de 2021

LO PÚBLICO

LO PÚBLICO

Hoy quisiera ser yo mismo el pretexto.

21 de mayo, ya dos meses de primavera. Primavera baja. Naturaleza en todo su esplendor. Día soleado y temperatura agradable.

Estoy citado a las doce de la mañana para recibir la segunda dosis de la vacuna Pfizer. Orden en la fila. Excelente trabajo de Cruz Roja y de Protección Civil. Documentación. Anotaciones oportunas. Presentación del brazo. Antes del pinchazo, el enfermero me mira y me habla: “Yo fui alumno suyo”. “Perdona, pero es que, con estas mascarillas, apenas te reconozco”. “Soy David Hernández”. “Qué alegría verte en un trabajo en el que ayudas a la gente”. Pinchazo. Reposo de un cuarto de hora en una silla. Distracción escuchando a un humorista a través del teléfono. Salida a la calle. Paseo por el parque que cruza el río. Otro paseo tranquilo hasta Santana. Vuelta a casa.  

Formalmente, se cierra un ciclo que, sanitariamente y con todas las precauciones necesarias, me debería llevar hasta una cierta normalidad en el día a día. Largo y penoso este período de casi año y medio. Voy a procurar no darle muchas vueltas al asunto y dejar que corra el tiempo.

Hasta aquí el pretexto. Pero faltan muchas cosas: el contexto, el postexto y la categoría. Y mi caso personal solo puede subir hasta el nivel de categoría si extraigo consecuencias; si no, es solo una anécdota y a nadie importa. Ante la situación general que hemos vivido (y que seguimos viviendo), ¿quién es capaz de no pensar en la importancia de los valores comunes y en la necesidad de lo público? ¿Qué situación sería la nuestra si no se hubiera actuado desde organismos colectivos, incluso superiores a los nacionales? ¿Cuál habría sido la defensa individual? ¿Alguien tiene capacidad siquiera para imaginarla?

Y seguimos en el empeño, pues faltan generaciones enteras y comunidades y muchos países sin el remedio, que parece fundamental, de la vacuna. ¿Cómo podemos perder ese sentido de lo colectivo y tender a olvidarnos de lo que están en peor situación? La solución ha de ser común o no será. Las generaciones más jóvenes siguen pendientes del remedio y con ellos tenemos que tener em-patía y com-pasión, cuidado y atención. Ahora más que nunca: ¡”Todos somos esas generaciones más jóvenes”!

El caso de la pandemia nos coloca enfrente de los ojos y al lado del corazón lo que significan la fuerza y el objetivo comunes. Cuanto más individualista hagamos la escala de valores, más nos estaremos alejando del progreso físico y moral y estaremos construyendo una comunidad más pobre y oscura.

Y así en todos los aspectos de la vida: sanidad, educación, justicia, economía, medio ambiente… La convivencia es inevitable en un pequeño planeta de más de siete mil millones de habitantes. Hacerla llevadera es labor de todos.

En la otra acera, y en el mismo nivel, está la exigencia de que lo que es de todos, lo público, se respete, se mime, se defienda y se administre con la mayor eficiencia. Por eso, en nada está reñida la defensa de lo público con la exigencia de organizarlo con la mayor eficacia y rendimiento.

Ahí tenemos todos una labor diaria bien visible. Vamos a ello.

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