DE LA VERDADERA HISTORIA DEL AVICORNIO
Corre por cielos y tierras,
sin fuentes verificables,
una historia fabulosa
que no se creyera nadie
sobre el origen incierto
de un volador formidable
pues que da miedo su forma
si a la vista se mostrare.
Nadie supo dar noticias,
pues nadie lo ha visto antes,
ni supo decir su forma
ni sus acciones contarme,
salvo un anciano hechicero
de presencia venerable.
Escuchad, amables gentes,
pues es la historia más grande
que en el mundo sucediera,
y que el juglar va a narrarles.
(¿Qué te parece, muchacho,
cómo atiende el respetable?)
Eran tiempos muy antiguos,
cuando la natura estaba
tranquila y en santa paz,
serena, en feliz Arcadia,
cuando los seres vivían
en sosiego y lenta calma.
Mandó Yahvé que el diluvio
las especies anegara.
Salvó solo una pareja
que en el arca colocaba (30)
con la mano de Noé
que sí he, sí ha, si aba.
Tardó Noé muchos años
en reunir tan gran manada
pues su vejez tan longeva,
tan larga, tan avanzada,
no estaba para dar trotes,
carreras ni galopadas.
Mas los designios de Dios
nadie se los explicaba.
Allí viérades leones,
las tortugas, las chicharras,
elefantes, bueyes, tigres,
peces, caballos o cabras,
todo tipo de animales
que un gran barco soportaba.
¡Cuánta disputa entre ellos!
¡Cuánta fiesta desatada!
¡Cuántos cruces indiscretos
sin que Noé dijera nada! (50)
Acaso porque el barquero
-las malas lenguas lo parlan-
con sus últimas pasiones
en la lid participara.
Del cruce de un cervatillo
y de una hermosa avutarda
nació un ave misteriosa
que a todos maravillaba.
Tomó del padre un gran cuerno
que en la frente le brotaba
y de la madre las plumas
que le sirvieran de alas.
Todos en el barco admiran
el cuerpo que presentaba
y cuidan al ser extraño,
lo complacen y regalan.
Lo bautizan avicornio,
por el cuerno y por las alas;
a volar y a darle al cuerno
con rapidez le enseñaban. (70)
Pero las aguas descienden
y el diluvio terminaba.
Cada pareja se extiende
por oteros y majadas,
por parajes muy extraños,
por valles y por montañas.
Nuestro avicornio está solo
pues que pareja no hallaba.
En su soledad se siente,
como ave con cuerno, extraña.
Desde lo alto de un gran risco,
una preciosa mañana
emprende vuelo sin rumbo,
por donde el sol caminaba.
Atrás deja en el oriente
al unicornio y su fama,
tal vez pariente cercano
y de estirpe muy preclara,
y en vuelo tendido y suave
llega a las tierras de Hispania. (90)
(Niño, la bandeja toma
y la limosna repasa,
que la emoción se acrecienta
y la rima se me acaba)
Nuestro avicornio en el aire
vuela y sin parar cornea
a toda ave que en el cielo
se encuentra por estas tierras.
Baja hasta los hondos valles,
las montañas y riberas, (100)
y siente como algo suyo
todas las tierras aquellas.
Pero de todas elige,
para aposentarse en ellas,
las que conoce en su vuelo
que bordean la meseta,
tierras con montes nevados,
con caminos y veredas,
con saltos de agua y con lagos,
con prados y torrenteras,
con paisaje que es lujuria
en sus bosques y praderas.
Son las sierras bejaranas
que complacen sus querencias. (114)
Aquí caza y aquí anida,
aquí sus días recrea;
cuando los calores vienen
su descendencia procrea.
Las gentes de estas comarcas,
montaraces y guerreras,
pronto quieren darle caza
porque es más ave que fiera:
están más acostumbrados
a los musgos y a la abeja
que han de ser después efigies
en medio de sus banderas.
(Niño, espabila y apura
la recogida y empieza
a buscar dónde guardarla
por que no desaparezca) (130)
En unos tiempos remotos
-nadie de ellos pone cuenta
por no descubrir que aquello
no es verdad ni cosa cierta-
dicen que por estos montes
donde el avicornio hiciera
sus asientos y sus nidos,
sus vuelos y sus piruetas,
quisieron vivir los moros
en conquista duradera. (140)
Cristianos se arman entonces
con musgos de las laderas.
Ayudan los unicornios,
los dragones, las abejas;
todos, semejando un zoo,
la reconquista comienzan.
Allí caminan los hombres,
que nadie los conociera,
revestido todo el cuerpo
de verde naturaleza,
las abejas van delante
picando caras y piernas,
detrás vuela el avicornio
con el cuerno en la cabeza, (154)
asustando a todo el moro
que a la lucha se metiera.
Allí hiere y allí mata,
allí las vidas entrega
en los brazos de la muerte
de todo el moro que viera.
Cuando la lucha acababa
y el castillo se venciera,
dicen misa, soplan gaitas
y grandes fiestas hicieran.
Los avicornios, alegres,
por el cielo las banderas,
los pendones y estandartes
de la victoria flamean
y, colgadas en el cuerno,
todas enseñas ondean. (170)
Deben saber los oyentes
que en la conquista de Béjar
el avicornio fue enseña
de valor y de fiereza,
de lucha a cuerno partido
contra toda fortaleza.
Bien merece el avicornio
figurar en su bandera.
(Niño, ¿cómo va el recuento
de la limosna y las perras?) (180)
Pero pasaron los tiempos
y el avicornio era fiera
que siempre andaba al acecho
de la ayuda pajarera.
Cuando aquello de la Virgen
que en castaño apareciera,
dicen que fue el avicornio
el que a pastores dijera
que avisaran a los clérigos
de La Garganta y de Béjar,
y que aprisa por los aires
los llevaba en volandera.
Sin el avicornio nunca
la aparición se cumpliera.
Su hazaña pide una estatua
en castaño o en iglesia;
no cumpliremos con menos:
busquemos quien la erigiera.
(Vamos, niño, es el momento
de pensar en irnos fuera) (200)
Después de aquella batalla,
ave descornada y tuerta,
y de las apariciones
en castaño de la sierra,
nuestro avicornio, cansado,
viajó a lejanas tierras.
Fue un explorador volátil
en la conquista de América,
que lo llevó Andrés Dorantes
para su magna epopeya.
Allí planeó sus cielos,
allí dejó descendencia,
allí amplió sus hazañas
que empezó por estas tierras. (214)
Pero el avicornio puro,
el de la más pura cepa,
se quedó a vivir contento
en los parajes de Béjar.
Hasta las lagunas suben
las mujeres y doncellas (220)
a sentir cerca su cuerno
de tremenda fortaleza,
que anima a cumplir deseos
y a saciar ansias secretas.
Por eso se guarda en bosque,
por pudores y vergüenzas,
y en caminos y senderos
muy escasas huellas deja.
Salid, gentes bejaranas,
en busca de esa rareza, (230)
en busca del avicornio
que se esconde en estas sierras;
dejadle que forme granja
con las muy sabias abejas,
con el león, la tarasca,
con el dragón y la cierva,
y haced de él el mejor símbolo
de edificios y banderas;
que presida procesiones,
que se le recen novenas,
que se teja en el escudo
y en la más nueva bandera,
y que nadie ose dudar
de historia tan verdadera
so pena de excomunión
de la Santa Madre Iglesia.
Y que viva el unicornio
que bien vuela y bien cornea.
(Niño, vámonos deprisa
a cantar en otras tierras). 250
1 comentario:
Los bejaranos siempre estáis con los mismos tópicos de siempre.
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