lunes, 15 de octubre de 2012

¿POR DÓNDE SALDRÁ EL SOL?


Durante el último fin de semana, paseaba con mi nieta por uno de los lugares más transitados de Ávila. En medio de una amplia plaza rectangular, un grupo de jóvenes mostraba su protesta contra la situación actual con una cacerolada. No eran muchos, pero sí ruidosos pues usaban todo tipo de elementos para producir ruido. Delante de ellos y en el suelo, habían desplegado una pancarta en la que se podía leer lo siguiente: “NO DEBEMOS, NO PAGAMOS”. La gente pasaba, en su mayoría, sin prestar demasiada atención a los ruidos, y mucho menos a la pancarta. La tarde estaba soleada e invitaba al paseo. No sé cuántos dedicarían unos minutos a pensar en lo que allí -como en otros lugares al mismo tiempo- se estaba desarrollando.
Tengo la impresión de que Ávila es territorio poco propicio para la protesta pública y para la manifestación. Desde el fondo ambiental del mundo teresiano, que todo parece que lo llena, pasando por el ambiente funcionarial y algo del clima frío que ocupa muchos meses al año, no es fácil que sea cuna de muchas revoluciones.
Pero pienso en otros lugares y no me sale algo muy diferente. Alguna vez he descrito a Salamanca como la suma de tres patas, con funcionarios, clérigos y ganaderos (una buena parte de los estudiantes me parecen aspirantes a funcionarios y poco más). Extiendo mi mirada por esta ciudad estrecha en la que vivo y no acabo de descubrir tampoco otros colectivos más propicios para la manifestación pública. La industria como base es parte del pasado, y la que queda se mantiene en las condiciones provisionales y como a punto de decir adiós. Y tirar del mayor grupo social, que es la de la gente envejecida, es como pedir peras al olmo.
Así las cosas, parece que la revolución se hace hoy más difícil que nunca, salvo que la situación se torne irresistible y entonces lo que se provoque sea un simple sálvese quien pueda sin ninguna estructura ni pensamiento en su base.
Tradicionalmente se ha pensado en el proletariado como la base y primera línea de combate para la transformación real. Pienso que esto tendría que ser bastante matizado pues uno termina casi creyendo que todas las revoluciones habidas lo han sido como revoluciones, en buena parte, burguesas. Pero sea lo del proletariado.
¿Cómo se puede definir hoy el concepto de proletariado? Y, si lo definiéramos correctamente, ¿es verdad que el proletariado supondría la punta de lanza del cambio social?
Ya en la segunda mitad del s. XIX se enfrentaban concepciones acerca de ello. Estas son palabras del anarquista Bakunin: “Para mí, la flor innata del proletariado no es, como para los marxistas, la capa superior, la aristocracia del trabajo, aquellos que son más cultos, que ganan más y viven con más comodidades que los demás trabajadores. Precisamente, esa capa semiburguesa de trabajadores, si los marxistas logran lo suyo, constituirá la cuarta clase gobernante. Esto, por cierto, podría suceder si la gran masa del proletariado no se defiende contra ella. En virtud de su posición semiburguesa y de su relativo bienestar, esta capa superior de trabajadores, por desgracia, está profundamente saturada de todos los prejuicios sociales y políticos y de todas las estrechas pretensiones de la burguesía. De todo el proletariado, esta capa superior es la menos social y la más individualista.” Me traslado al s. XXI e imagino profesiones liberales, o simplemente trabajadores fijos, y me rasca la piel viéndolos encerrados en sus profesiones y en sus casas.
¿De quién, entonces, echar mano? ¿De los campesinos y agricultores? Estos andan más apegados al individualismo que sus mismas tierras. ¿A los poderosos industriales? ¡Quita, por Dios! No está en la naturaleza de las cosas. Ni en la suya, por supuesto.
Por lo tanto, ¿quién nos queda? Cualquiera lo sabe. Y no deberíamos caer en la tentación de soluciones individuales. Y mucho menos de salvadores, pues terminan convirtiéndose en nuevas versiones de dictadores que imponen su voluntad.
Un poquito de educación, algo de lectura, un miajón de ideología, un puntito de solidaridad, algo de beneficencia y acaso cuarto y mitad de soluciones en forma de lluvia fina y pequeñita en espacio y personas que vayan borboteando por ahí hasta que estalle algún día la tormenta.
Tal vez en Ávila mismo algunas personas empezaban a poner alguna piedra de esperanza. Tal vez.

2 comentarios:

Caminante dijo...

Entro de la mano de Manolo que sabe que este tema es de mi interés.
Actualmente, sólo parte de: la juventud universitaria y los mayores de 50-60 años, son propicios a manifestar públicamente su desacuerdo con las políticas destructoras de lo público, que se están aplicando desde hace años. El resto piensa ¡debe pensar! que con quejarse entre conocidos es suficiente ¿para qué molestarse más?
Hace falta mucha generosidad en la sociedad, en la ciudadanía. Poca gente está dispuesta a reclamar lo que es de Todos, a disponer de su tiempo y energías en busca de un pretendido beneficio general, del colectivo y no sólamente suyo.

Soy una de las que acompañaste desde el albergue de Béjar hasta ¿el puente de... ? no me acuerdo ahora.
Buena noche, un gusto leerte.

PAQUITA

Antonio dijo...

Caminante, bienvenida.