miércoles, 17 de octubre de 2012

TODA LA TRIBU


Otra vez anda la enseñanza en procesión por las calles, protestando por los recortes y por las deficiencias que denuncian los estudiantes, los padres y muchos más ciudadanos. Esta vez se añade el hecho novedoso de que muchos de los padres que educan a sus hijos en la enseñanza pública (los de la privada dicen compartir las razones pero no se atreven con las formas de la protesta) han convocado a un día de huelga y han invitado a sus hijos a que, durante esa jornada, no asistan a centros educativos. Enseguida se les han echado encima los medios biempensantes de derecha con todo tipo de argumentos; entre ellos el de acusarles de manipular a sus propios hijos. Parece que su memoria es flaca pues no recuerdan las numerosas ocasiones en las que, por motivos religiosos o educativos, han sacado a la calle a sus hijos hasta en carritos de bebé.
A mí, en términos generales, no me llaman las huelgas y querría siempre abogar, si es posible, por soluciones dialogadas y menos traumáticas, pero me parece que, otra vez, esta gente toma el rábano por las hojas. ¿Por qué no se formulan alguna pregunta de este tipo?: ¿Cómo tiene que andar el patio para que hasta los padres convoquen a sus hijos a un día de huelga? Tal vez por ahí obtendríamos alguna respuesta razonable y nos explicaríamos algo de lo que está sucediendo.
En todo caso, creo que es lícito preguntarse si los padres tienen derecho a convocar a sus hijos -a los menores de edad- a una huelga. Si invocáramos el principio, tan querido por la derecha social, de que los padres tienen todo el derecho a educar a sus hijos según sus convicciones, no sé cómo se puede objetar que se manifiesten juntos. Me parece que, por ahí, tenemos al alguacil alguacilado y al cazador cazado y estos medios de derecha, que lo invaden todo, bien harían en ser al menos un poquito más discretos para que no se les note tanta contradicción.
Yo no tengo nada claro este principio de propiedad pues me parece que no hay hijo que sea exclusivamente de sus padres salvo en el sentido biológico. Creo que quiero mucho a mis hijos y a mi nieta, que como en familia no me encuentro en ningún sitio, que no tengo ningún interés en minar este modelo de asociación social que es la familia, aunque existen otras muchas igualmente respetables. Pero pienso que todo ser humano es de todos un poquito. Es hijo de sus padres, pero es también nieto de sus abuelos, amigo de sus amigos, sobrino de sus tíos, vecino de sus vecinos, miembro de no sé qué equipo, consumidor de modas y de medios de comunicación, o, en fin, participante de cualquier sociedad. En último caso, es ciudadano del mundo y, si se quiere mirar de otro modo, no se pertenece ni a sí mismo. Por eso su educación es cosa de todos, es asunto de la tribu en su conjunto, interesa a todos los miembros de la sociedad. La consecuencia inmediata es que no se puede permitir la exclusividad de la misma al elemento familiar, por más que sea ese núcleo el de mayor influencia. Al fin, la educación viene a consistir en algo tan sencillo y complicado a la vez como es enseñar al individuo a dominar principios y destrezas para su desarrollo personal pleno que viene a concretarse en su socialización, es decir, en su integración saludable y positiva en la sociedad, en desarrollar y ordenar satisfactoriamente su red de relaciones con el resto del mundo.
Me disgusta la exclusividad, venga de donde venga. Y mucho más si se hace con trampa y desde la posición personal ventajosa y egoísta del que se puede permitir una educación elitista y segregadora. Y ya ni lo clasifico si lo que veo es cicatería y marcha atrás en la importancia que hay que conceder y en las aportaciones que hay que prestar al mundo de la educación.    

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