lunes, 25 de marzo de 2013

HAY MAÑANAS DE LUCES Y DE SOMBRAS

HAY MAÑANAS DE LUCES Y DE SOMBRAS
Henchido de montaña y de la lluvia,
hastiado de infinito y de misterio,
me sigo interesando por los ecos
de todo lo que sé que en la experiencia
es ebriedad de espacios.

Hay mañanas  de sombras y de luces
en las que apenas trato con los rayos
que me han de dejar ebrio
de nubes, luz y agua.

Cuando miro a las cumbres,
arrabales del cielo en la blancura,
presiento en mis entrañas
un lejano rumor de cataclismo,
me encierro en la zozobra de la búsqueda
de no sé qué verdad inexistente
y no quedo tranquilo y satisfecho
hasta el don  absoluto del hallazgo.
Al áspero contacto con la piedra,
que me grita incesante su presencia perpetua,
confirmo la certeza
de que mi vida está siempre de viaje,
con esa brevedad de lo superfluo
 que no encuentra su sitio.

Entonces busco encaje
en el tiempo sin causa de los sueños
y me quedo a dormir en la penumbra
de la imaginación.
Las llamadas sencillas de la naturaleza
(agua, rumor y viento entre los árboles
-y un buen trago de té con aguardiente-)
me devuelven la vida por delante,
en el pobre sentir de mi conciencia.

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