MI GENERACIÓN
Vino al mundo sintiendo la denuncia
del coro de un millón de calaveras
aterradas y rotas por el odio,
aún ahítas de pasmo y de sorpresa,
en un reino de buitres y gusanos
hinchados de las sobras de los muertos.
Era el odio y el miedo, la miseria
revestida de luto y de silencio,
el eterno silencio del vencido
que mira y calla y llora e, impotente,
se deja conducir en la barbarie,
con el ánimo gris y abandonado.
¡Tanto tiempo perdido en el silencio
de lo que fue y no fue por no ser cierto!
Fue crecer sin crecer, siempre al amparo
de las miradas bajas, del recelo,
como refugio de lo más oscuro,
como ser voluntad sin esperar ser nada,
como estar condenado antes que muerto,
como dar forma al tiempo sin pedirle cuentas.
Después llegó la hora de la fiesta
y acaso fue muy tarde
para bailar el vals de los borrachos,
para prestar la voz a las conciencias,
para violar la vida a cada instante,
para ejercer, al fin, de juez y parte.
Ahora es tal vez momento de hacer pausa
para anotar en un breve resumen
el índice incompleto de esas horas
en las que fue gastándose la vida
hasta dejar en forma de cenizas
apenas un rescoldo de impurezas.
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