jueves, 14 de marzo de 2013

OTRA VEZ EL ÁRBOL Y EL BOSQUE


Con el botellón de fondo en casa san Pedro, incluida paloma mensajera sobre chimenea y lluvia mojando al personal de a pie; apabullado por la cantidad de portavoces, voceros y entendidos vaticanistas que engrandecían cualquier detalle hasta situarlo en el nivel del paroxismo; sin un euro en el bolsillo pues todo se me ha ido en impuestos para pagar el despliegue informativo; fascinado por la fascinación de los que asistían al concierto litúrgico y jaleaban al cantante antes de que saliera a saludar al escenario, sin tener en cuenta si afinaría o andaría ronco; ni ilusionado ni decepcionado porque de donde hay agua no se puede sacar petróleo; con la convicción de asistir a una liturgia siempre especial y atractiva, precisamente por el halo de misterio y por la grandiosidad.
Y, en otro orden de cosas, avisado de la resolución de Bruselas acerca del abuso en la práctica en los desahucios en España, algo que hasta el más incipiente novicio en el curso del sentido común había ya advertido, salvo los defensores a ultranza del status quo del mercado, o sea, los ricos poderosos.
Vengo a leer en el PAÍS, periódico en el que aún confío un poco -cómo será mi opinión acerca de los demás- la noticia de que “El 86% de los aspirantes a una plaza docente en Madrid no pasó la prueba de conocimientos. El test incluía preguntas que debe responder un alumno de 12 años”.
La enseñanza. Otra vez la enseñanza. Y, dentro de ella, la memoria, su valor y sus usos. Los ejemplos, como siempre, se vuelven a centrar en asuntos de equivalencias de pesos y medidas, asuntos geográficos y aplicaciones ortográficas.
Me duele que un asunto de tanta importancia -quiero decir la educación, por supuesto, no los ejemplos parciales que se citan- se resuelva desde uno y desde otro lado con tanta ligereza. Coño, a quien diga que el Duero pasa por Madrid, sencillamente que lo echen y que no le vuelvan a admitir ni la siguiente instancia para pedir trabajo; quien escriba “conduzta y Valladoliz” que se encierre en su casa y se dedique a tomar el sol; y quien diga que Badajoz es una provincia andaluza, que se vaya a la ribera del Guadiana a refrescarse en verano, pero solo y sin mochila.
Pero quien aduzca esto como arma para reprimir otras reivindicaciones o para tratar de ordenar la enseñanza solo en el camino memorístico, estará haciendo un mal irreparable a los niños y jóvenes que transitan por los distintos niveles educativos.
¿Nadie quiere preguntarse por qué se producen estos disparates? ¿Alguien quiere situar estos errores en el contexto que los pueda explicar y, sobre todo, intentar descubrir el mundo que se vislumbra tras ellos?
Porque errores son, y muy de bulto, esencialmente si todo lo fiamos al almacenamiento de datos y no a su relación y a la supeditación a los principios de los que tienen que ser ejemplos y nada más que ejemplos.
Me ocupo del asunto de la lengua como instrumento de comunicación entre los seres humanos. También de su reflejo en la escritura, con sus reglas a veces farragosas y no siempre lógicas. Nunca me he escandalizado por un error aislado, por muy espectacular que parezca, sino de las tendencias y del mundo de deficiencias que esos errores aislados dejen entrever. Escribir una vez esperto, con el error de la equis, es una golondrina que no hace verano, pues cualquier escribano echa un borrón y aliquando dormitat Homerus. Separar, sin embargo, el sujeto del verbo, cuando no se interpone nada entre ellos, es descoyuntar la idea y poner la mente gráficamente en blanco. El primer ejemplo lo castiga la sociedad vulgar con la burla mientras que el segundo pasa casi siempre desapercibido y sin queja. Así son las cosas.
Unos y otros deberíamos pensar que una buena parte de nuestra sociedad, incluidos muchos de los que aspiran a trabajar con los niños en la escuela, son producto de la imagen, de la falta de reflexión, de la inmediatez y de lo que apenas dura y está flexionado y entrelazado. Acostumbrarse a razonar y a formar silogismos no es lo que más se lleva en nuestra escala de valores; sumar causas y consecuencias, tampoco. Esto sí es lo importante, y no los ejemplos aislados.
Porque, como siempre, detrás de los elementos inmediatos y de los ejemplos tan llamativos, están las escalas de valores, los ideales sociales, los ejemplos por los que nos movemos, los representantes públicos a los que aplaudimos y subimos a los pedestales frente a aquellos a los que no hacemos caso en absoluto, las publicidades que nos acosan a cada instante, los medios de comunicación y sus poderes de idiotización, y toda la parafernalia que va dejando el poso que respiramos a cada momento.
Un ejemplo sencillo que suelo repetir con frecuencia. Algunos de estos aspirantes a profesores no conocen el nombre de las provincias por las que pasa el Duero. ¿A que muchos de ellos han ido a Tailandia en viaje de fin de carrera o a las playas de Cancún? Idiotas. Con lo hermoso que es pasear por la ribera del Duero en Soria, por ejemplo, leyendo unos poemas de Machado. O por el Canalizo, junto al Cuerpo de Hombre, que está aún más cerca. Tontos del culo. Gilipollas.
Gilipollas ellos, pero no menos quien no vea que las agencias y el dinero promocionan los países exóticos e ignoran lo hermoso del conocimiento de lo inmediato, de lo que nos rodea y en lo que vamos haciendo y gastando nuestra vida. Claro que, si echamos el rato en lo más cercano, tal vez nos echemos a pensar en sus valores, en sus propietarios y en sus usos. Y tal vez eso termine por ser algo peligroso. ¿Y quién tiene el dinero de las agencias de viaje? ¿Los parados? Ay, ay, ay.
Así que menos simplezas por parte de todos y a levantar la voz y la mirada. El que no piense, a la calle; y el que no deje pensar, también a la calle. Que ya está bien de analfabetos y de aprovechados de un lado y del otro.

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