LADRÓN DE LAS PALABRAS
Yo tampoco nací
sabiendo las palabras.
Tan solo fui advirtiendo lentamente
el tacto y la existencia de las
cosas:
los pechos de mi madre, aquellas
manos
que le ofrecían caricias a mi
cuerpo,
el aire respirado, algunos ruidos
lejanos y difusos…
¿Cuándo me sorprendí entre las
palabras?
No guardo la conciencia del
milagro.
Porque aquel fue el milagro de
todos los milagros.
Tomar distancia plena de las
cosas,
verlas en la distancia,
saber nombrar al mundo sin
tocarlo,
inventar dimensiones de otras
vidas,
comerme una manzana con tres
sílabas,
hacer sonoro el silbo de las
aves,
o poder decir madre ante mi
madre.
Desde entonces ejerzo
de furtivo amador de las
palabras.
En ellas guardo viva la memoria
de todo mi pasado; sin su amparo
yo no sería nada. Ellas me salvan
de morir en mí mismo sin poder
contarlo.
1 comentario:
Buenas tardes, profesor Gutiérrez Turrión:
Y una vez aprendidas, las palabras que utilizamos nos retratan.
Usted sale interesante en la foto, y se le nota la bondad y la honradez.
Saludos
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