Sigo convencido de que seguimos
sin saber realmente definir qué es una obra de creación literaria. Tal vez sea
mejor así pues eso nos asegura seguir persiguiéndola con ímpetu aunque no la
consigamos nunca. Es verdad que sabemos que se usa un material específico, la
palabra, y que se hace de una manera conscientemente organizada; y sabemos
también que aspiramos a un receptor universal que ha de quedarse con la boca abierta
por la emoción o por la belleza, o por ambas cosas a la vez. Y en ambos planos
nos perdemos y no sabemos concitar ni un aplauso ni un rechazo universal. Tal
vez porque eso de la organización del lenguaje y los valores de belleza y de
emoción dependan muy mucho del receptor y no se dejen limitar por la
universalidad.
Hoy es que la cosa iba de emoción
y de belleza en una obra de creación literaria. He gastado y vivido con
intensidad la mañana de hoy entre las páginas de una obra de Andrés Aberasturi,
el gran Aberas, “Cómo explicarte el
mundo, Cris”. Lo primero que se me ocurre es que esto de las teorías
literarias se puede ir al carajo ante lo que me ha sucedido. Porque he llorado
a lágrima viva durante mucho rato y la emoción me ha embargado desde la primera
página hasta mucho rato después de cerrar el libro. Ya me había pasado otra
vez, con ocasión del intento imposible de leerles a mis alumnos poemas de su
obra poética Un blanco deslumbramiento
(Palabras para Cris). De poco sirve la disculpa de mi emoción fácil y de mi
falta de entereza: cuando me puede, me puede; y lo hace con demasiada
frecuencia.
En esta última obra, Aberasturi
se abre en canal para, en forma de carta, o de cartas directas a su hijo,
sembradas en capítulos muy breves, dejar sus emociones e impresiones acerca de
mil cosas, todas ellas en relación con ese hijo con parálisis cerebral que anda
en el mundo, sin saber ni por qué ni por qué no, sin ser causa de nada sino tan
solo consecuencia; de la comunicación imposible entre él y los demás seres; de
la siempre irresoluble presencia del mal en el mundo; de la ausencia y del
silencio de Dios; de las quejas ante la naturaleza; del amor hecho carne; del
olvido social; de la situación de los débiles en cualquier parte; de mil y mil
preguntas sin respuesta; hasta de esa última duda ante un mañana incierto y tal
vez próximo en el que decidir si esa vida es vida y merece la pena que
continúe… Y así el repaso de la sonrisa sin aparente sentido, la falta de las
lágrimas, la silla y la quietud, la sensación de culpa, las manos, el dolor,
los afectos, la risa y los silencios,,, Y el mundo al fondo, sin sentido
aparente para esa vida mutilada, tierna y desvalida. Siempre viviendo en el
misterio y en la duda de un “como si…” que no conocerá nunca la certeza de lo
que el cuerpo de Cris guarda y expresa ni cuánto será así.
¿De qué me sirven a mí los
valores literarios, que los tiene, y muchos? Solo puedo decir, por si sirve de algo, que mi
emoción se ha repartido por todos los rincones de mi casa, que aún lloro ante
la imagen de Cris y de las gentes desvalidas de todos los puntos del mundo y
que quisiera enviar a sus familiares un abrazo muy fuerte emocionado.
Dejaré unas palabras de la parte
final: me parecen representativas: “He escrito de ti, hijo, que eres parte de
Dios, que eres Dios mismo. Y cada vez más me reafirmo en esa idea. Tú riendo,
aunque nosotros no sepamos el motivo de tu risa mientras los chopos grandes
hacen guardia en el horizonte de una tarde suave de verano; tú en el silencio
de la habitación del hospital y Madrid que se desparrama en un ocaso violeta.
Todo eso es Dios, todo eso debe ser la divinidad misma como lo es el ir y venir
sin tregua de los nietos y sus risas, elegidos entre los elegidos, benditos
sean, que lo tienen todo mientras al otro lado un niñito huido de la guerra
agoniza en una playa. También eso es la divinidad, hijo, debe serlo porque de
otra forma nada tendría sentido. No es fácil de entender, como no es fácil
encontrar respuestas válidas.
Pero tú estás ahí y solo tu
existencia mantiene la armonía del mundo y de las cosas. Tú creciendo en forma
de misterio tan lejano en ocasiones pero enraizado hasta lo más hondo de
nuestros corazones, de nuestra razón, de nuestras vidas”.
¿Qué más `puedo decir?
No hay comentarios:
Publicar un comentario