EL ESCONDITE DE LAS COSAS PERDIDAS
Jugar a descubrir el escondite
de las cosas perdidas, esas cosas
que no tienen constancia de que
valen
como las otras cosas. La
presencia
de una peonza antigua,
derviche occidental de mis
primeros años;
el aro; una carraca, y aquel
marro
que golpeaba en el calvo tantas
tardes;
o los zancos, tan altos que
llegaban al cielo
conmigo como rey y como pájaro;
la pizarra y la lata con las
brasas
brillando en el invierno;
la vieja enciclopedia sin las
tapas,
que guarda la memoria
de los más anchos límites del
mundo.
Pero también la luz de las
mañanas
camino de la escuela, y una hoja
decolorada en gris entre las páginas,
recuerdo de un recuerdo ya
perdido;
la vez que de repente me miraste
sin aparente causa; el color
sepia
de una perdida foto
que ahora borra distancias…
Anda todo olvidado en los
rincones
del fondo desigual de la memoria
y a veces nos visita,
con esa sencillez y esa ternura
de las cosas sencillas y
pequeñas,
por si acaso
queremos revivir cualquier
momento
que vivimos con ellas.
Todo es tiempo del tiempo,
tiempo para vivir de nuevo el
tiempo.
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