Me presta el título esta frase que le oí a un comentarista,
con el que casi nunca estoy de acuerdo, ayer mismo. La refería, y la refiero, a
la formación política PODEMOS y a la evolución negativa que se ha producido en
la relación entre sus dos máximos representantes.
Confieso una vez más que me interesa la res publica aunque no a la manera de los medios de comunicación.
Este es un cuaderno de reflexión y de creación y no de noticias. Pero este es
un partido político que dijo recoger las aspiraciones del 15M y afirmaba
defender otra forma de actuar en la que lo que importaba eran las ideas y no
las personas.
Pues, aunque los medios de comunicación solo hacen negocio
con el morbo de reducirlo todo a personas y a vencedores y vencidos; y, por más
que sí se diluciden en las controversias de PODEMOS modelos e ideas, no parece
menos cierto que también se juegan personalismos, cuotas de poder y mandos y
más mandos.
Aplaudí en su momento la ráfaga de aire fresco que a mí
también me parecía que venían a traer a la vida pública española, y sobre ello
reflexioné y escribí. En su corto recorrido, no obstante, he sentido cierto
recelo por la manera de manifestarse su máximo representante, Pablo Iglesias;
incluso me he dado por aludido y hasta insultado por ese desprecio generalizado
hacia todos los demás partidos, también los de la izquierda, en los que pienso
que hay personas muy valiosas y de muy buena voluntad. Es más, lo creo hasta en
la derecha.
Ese desprecio tan universal ahora parece que se vuelve un
poco contra ellos, incluso en dosis venenosas. El asunto plantea muchas
variables y posibilidades para reflexionar.
No querría ser yo quien descalificara de manera general lo
que ahora pasa en PODEMOS: sería injusto y poco honrado por mi parte. Creo que
siguen ofreciendo fórmulas, en los contenidos y en las formas, que son
regeneradoras y que anuncian más próxima la justicia social. Pero no creo que
nada se pueda presentar desde la prepotencia ni desde la descalificación total
a organizaciones, con fallos evidentes, pero que llevan luchando por los mismos
objetivos muchos, muchísimos años, y en condiciones que estos muchachitos, con
perdón, casi ni se imaginan. Un poco más de sencillez: “Llaneza, muchacho, no
te encumbres, que toda afectación es mala” nos aconsejaría un personaje del
Quijote. Yo, humildemente, también se la pido a los que vienen descubriendo
mediterráneos y ahora se dan cuenta de que ya las playas estaban llenas de
bañistas. La mayor fortaleza no suele estar en la seguridad absoluta, sino en
la duda razonada y en la proposición integradora, en el abrazo y no en el
desprecio. Así que sentido común y buena voluntad, que lo demás se os dará por
añadidura. Y vuelta al beso, que resulta más placentero.
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