martes, 28 de febrero de 2017

MÍO, MÍO, MÍO


Rubén, desde sus dos años y medio, predica el egoísmo más blanco e inocente; sus ojos y sus manos abarcan lo más cercano y le ponen coto y propiedad absoluta. Como si el mundo empezara y terminara en él mismo. Nada que no sea normal en esa edad primera y en esos contactos primerizos con la realidad.
Qué poco le va a durar esa sensación de propiedad privada y de dominio sobre lo que sus sentidos y su conciencia van a ir descubriendo. Miro a Rubén y veo a todos los niños, y, mientras los veo niños, veo también a todos los demás seres con esa ambición tonta de acaparar objetos y estimas para incorporarlos a su lista privada de bienes y servicios.
¿Por qué tantos afanes sobre la propiedad, sobre todo física y económica? La Historia, toda la Historia, no es otra cosa que una continua lucha por delimitar propiedades y por crear mecanismos de defensa de esa propiedad.
Me pregunto si esa propiedad, la propiedad en general, tiene límites o yo puedo hacerme dueño y señor hasta hacer lo que quiera con lo que se dice y digo que es mío. De nuevo sé que no es asunto para una página, pero un esbozo…
No soy yo, claro el primero que me cuestiono los límites de la propiedad: iluso sería; ahí está toda una larga lista de pensadores filósofos y pensadores en general que se lo han preguntado y que han rumiado seriamente acerca de su alcance y verdad. Y esto sí que resulta revolucionario porque pone en la picota todas las bases del sistema en el que vivimos y que casi nunca nos cuestionamos para su mejora o para su sustitución. A medida que se incremente la población, será inevitable que se analice y que se perfile de nuevo este concepto porque, si no, la convivencia resultará insoportable. Ya no es época en la que el reparto de tierra, por sobrante, era intrascendente; ahora luchamos literalmente por un palmo de terreno o por un objeto específico.
Algunas preguntas para pensar: ¿Es lo mismo propiedad que posesión o usufructo? ¿La propiedad -si es que fuera tal- se puede heredar indefinidamente? ¿Y la posesión y el usufructo? ¿Es la ley la aplicación práctica de lo justo y, en consecuencia, si la propiedad tiene límites o no es individual sino colectiva, debe someterse en sus artículos a la justicia y no a la defensa de la propiedad individualizada? ¿Se puede considerar la propiedad como derecho natural o es consecuencia de un derecho de propiedad suscrito por los más fuertes? ¿El esfuerzo y el trabajo personales pueden dar derecho a la propiedad individual? ¿Qué fortuna o conjunto de propiedades se ha creado con el esfuerzo individual y no colectivo: obreros, ayudas, mercado…? ¿Realmente el trabajo puede ser causa de apropiamiento y de propiedad sobre cualquier elemento natural, un prado, por ejemplo? ¿Se da igualdad de oportunidades en el trabajo y en el esfuerzo para conseguir una hipotética propiedad? ¿Si el trabajo fuera el acceso a la propiedad, no tendrían que ser ambos universales, lo cual parece imposible de todo punto? Cuando se deja de trabajar, por jubilación o muerte, ¿debe mantenerse la propiedad si ya no hay trabajo? Si hay otras posibilidades de acceder a la posible propiedad, ¿no se corre el peligro de terminar acumulando en una propiedad única y universal? ¿Es, por tanto, posible la propiedad? ¿La propiedad ayuda en algo a socializar al ser humano? ¿Cuál es el lugar de la moral en una sociedad en la que una de sus bases sea la propiedad? ¿En qué se diferencia la marca del territorio por parte de los animales de la defensa de la propiedad con policía y leyes por todas partes?

En fin, preguntas para el rincón de pensar. O para el desarrollo en mesa pública. Pero, claro, el mundo anda convulso porque en el Origud ese de los Oscar han cambiado unos sobres y nada menos que se han confundido en la concreción de un premio. Y claro…

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