Leo y veo imágenes que muestran la
nueva situación de Podemos en el Congreso. Por delante, Iglesias, y, a su lado,
Irene Montero. Por detrás aparece la figura de Errejón, precisamente detrás de
Irene Montero.
Siempre se dice que una imagen vale
más que mil palabras. Es afirmación que no comparto pues sin la palabra no se
elaboran ni el concepto ni la imagen, pero sea, porque sí resulta claro que
identifica con un solo vistazo la nueva situación real en el reparto de poder.
En el ejemplo creo que se suman otras variables personales que es mejor
dejarlas donde el pudor domina. Sea solo un ejemplo que nos lleve a la
categoría.
La imagen se repetirá hasta la
saciedad en los medios de comunicación y la figura de los que aparecen en
primera línea quedará a su manera favorecida y hasta santificada para el común
de los mortales. Ese plus lo tendrán ganado ya para cualquier situación y para
cualquier contienda, sea de ideas o sea de cargos.
No sucede solo en este partido, por
supuesto, sino en todos los demás. Pero es que lo grave es que se repite en
cualquier otra situación. Cuando veamos a un grupo de diputados de un partido,
siempre irá delante aquel que ostente un cargo superior; los demás irán
ordenados según su categoría formal y nadie se saltará el orden ni por
casualidad. Lo mismo ocurrirá si esas personas acuden a cualquier ciudad o
simplemente se reúnen para comer.
Qué barbaridad, qué muestra de sumisión,
que degradación, qué falta de personalidad, qué borregismo, qué manera de
pastar y de seguir al guía, qué animalización, qué… ¡Pero qué tendrán que ver
los cargos con una fila india y graduada siempre!
Conozco a una representante femenina
de mi ciudad que termina por resultarme antipática y rechazable (seamos
compasivos) ya casi de manera instintiva precisamente por esa lucha por ponerse
siempre en primer plano y en el foco de la foto. Cada vez que hay una reunión o
una comunicación aparece indefectiblemente en la cabecera y en el primer plano.
Y buen rendimiento personal que le sabe sacar la susodicha, aunque para ello
tenga a un montón de gente de uñas cada vez que la ve, que es siempre, con las
consecuencias que eso ha tenido y tiene. No necesito dar más detalles.
Con estos gestos, la política de
partido termina por ser una secta y se convierte casi en un rito en el que cada
oficiante tiene un puesto determinado y la procesión siempre cumple el rito de
la misma forma. Por desgracia, las formas suelen luego indicar la misma sumisión
a las ideas y a las prácticas de cada día. Y esto, si cabe, es más grave todavía.
Pero lo otro también porque es la forma, lo que se enseña, lo que sirve de
presentación ante los demás, lo que se vende en esta vida de mercaderes y de imágenes.
Cachis.
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