miércoles, 13 de diciembre de 2017

BUEN CIUDADANO / BUENA PERSONA


Me levanto preguntón y me siento a responderme. Dos preguntas tan solo selecciono. Son estas: a) ¿Qué es ser buen ciudadano?; b) ¿Qué es ser buena persona? Se quedan en función de capitanas por la importancia que les doy y porque nos afectan a todos por igual. Es más, creo que, si supiéramos definirlas, glosarlas y practicarlas correctamente, la sociedad tendría otra cara más limpia, justa y amable.
Sé que el empeño en dar luz a estas cuestiones es arduo y seguramente imposible para mí, pero al menos dejaré unas líneas, en forma de índice, de lo que, de nuevo, sería un tratado entero de ética y moral.
No creo errar si afirmo que ser buen ciudadano apunta a la civitas, a la ciudad, a la comunidad, a las relaciones entre las personas y a las obligaciones y derechos que de esa relación plural se deducen. En cambio, ser buena persona conduce a prestar más atención a los elementos morales que fundamentan un comportamiento personal, individual, y que llevan sobre todo a estar a gusto consigo mismo por el cumplimiento de unos principios éticos que te satisfacen.
Me asaltan enseguida otras preguntas que a este asunto se refieren. ¿Son ambas cosas lo mismo? ¿Se puede dar una sin la otra? ¿Alguna de las dos es principal? Si esto es así, ¿cuál de las dos es la que más destaca? ¿Qué tengo que exigirme y exigir a los demás, ser antes buena persona o un buen ciudadano?
Se me vienen encima las preguntas y me arrollan con su impaciencia. Y yo no sé contestarme con certeza. Pero ordeno mis dudas y algo de luz me alumbra.
No creo que tenga el derecho de exigir a otro semejante que sea buena persona, si es verdad que ese concepto apunta a la individualidad. Sí estoy seguro de que debo exigírmelo a mí mismo pues no sé cómo se puede vivir sin una suma de principios ordenados y sólidos.
Sí creo que puedo y debo exigir a los demás que sean buenos ciudadanos, que aporten a la comunidad algo semejante a lo que la comunidad les aporta a ellos y que cumplan las leyes mínimas de convivencia, aquellas que permiten a todos sobrevivir y entenderse en los conflictos.
He dicho los mínimos y lo reitero pues yo no tengo por qué compartir todas las costumbres ni usos con los que quiera vivir la comunidad. Me apartaré de ella cuando quiera, salvo en los usos mínimos que den vida a la convivencia, a la tolerancia y al respeto. El referente general son las leyes y el particular es el de los usos comunes más de diario. Será, pues, tan buen ciudadano el que pague sus impuestos como aquel que acuda puntual a la hora concertada a una comida o a un acto público. Y será también buen ciudadano aquel que decida no asistir a una actividad festiva que él no haya concertado y que no sea de su agrado. En definitiva, y con todas las explicaciones y desarrollos necesarios, el buen ciudadano es el que cumple los acuerdos mínimos que impone la comunidad y con ese cumplimiento ayuda a crear una sociedad más fuerte y solidaria.
Me ofrece muchas más dudas el asunto de ser buena persona. No sé cómo puedo yo imponer morales y usos que son personales. Me temo que hay muchos tipos de buenas personas y que yo no puedo imponer un modelo general. Y, sin embargo, siento la necesidad de estar rodeado de buenas personas y de personas buenas; es más, a mis allegados les pido encarecidamente que sean buenas personas y personas buenas. Es algo que valoro en grado sumo. Esto curiosamente depende más de cada uno que de los demás.

Me miro y me descubro indeciso y confuso, con mezcla de conceptos y de sentimientos, sin saber a qué carta quedarme con certeza. Aspiraré a poderme mirar  en ambas cosas, aun a riesgo de perderme en ambos casos.

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