REGLAS FIJAS
Alguna regla oculta certifica
la vuelta hasta el origen -siempre el mismo-
de todo lo que vive y lo que muere.
Yo no sé descifrarla, lo confieso,
solo sé sorprenderme en su eficacia.
Todo lo que se muere da la vida
a nuevos seres que a vivir empiezan,
y todo lo que nace va sin tregua
hacia los negros brazos de la muerte.
El agua es nube y lluvia, y se repite
en río y mar que se evapora en nube;
la noche es solo el día entre paréntesis
que recupera aliento en la mañana;
la fruta es dulce zumo que se ofrenda
hasta ser savia y flor y otra vez zumo;
las manos del anciano se entrecruzan
con las manos del niño, como capas
de un mismo sedimento milenario.
El año que se agota da la mano
al nuevo que ya asoma y que, más tarde,
dará a su vez abrazo a un nuevo año.
Me miro y me descubro como ejemplo
de ese precepto oculto.
También yo soy paréntesis
de una ley que tendrá también vigencia
cuando el tiempo no tenga ya sentido.
¿Seré entonces igual que lo que he sido?
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