A CIERTA EDAD
A cierta edad, los vicios te
abandonan,
los recuerdos se van de la
memoria;
nadie sabe cuál es su paradero.
A veces, sin saber por qué ni cómo,
se vuelven a juntar, se dan la
mano,
ensayan sin pudor un baile
antiguo,
en el que acaso tú te reconoces,
te ves incluso joven y atractivo
y piensas si será verdad el dicho
de que el tiempo pasado fue
mejor.
Después desaparecen,
como jugando al juego del
despiste,
y vuelves otra vez a la rutina
de ver correr el tiempo y de
sentirte
un accidente más de esa memoria.
Y eso que, si te miras las
arrugas,
no te sientes del todo
insatisfecho,
pues gritas, orgulloso, ¡con los
años
que me ha costado forjarlas en mi
rostro!
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