Ayer fue día de Reyes y el día anterior desfilaron
cabalgatas por muchas ciudades de España. Se cumplieron, sin duda, muchas de
las ilusiones que la magia había puesto en las mentes de muchas personas
menudas y mayores. Durante los días precedentes quien más quien menos había
escrito su carta a los Magos en el buzón inmenso de los buenos deseos. Después,
al día siguiente… Pues en esas estamos.
Yo solo voy a pedir un deseo
general y particular. Llega un poco tarde para eso de los Reyes Magos, pero no
para la magia. Aunque mi mente es republicana, ellos lo sabrán entender. El
deseo y el encargo tienen que ver con que cada uno haga un esfuerzo por re-vitalizar
su vida, por hacer lo que le haya correspondido pensando en la magia que ya
tiene la vida por sí misma y la que le podemos sumar añadiéndole amor a la
belleza, bondad y curiosidad por llegar a los entresijos de todo lo que se nos
pone por delante. En definitiva, que no estemos programados por el programa,
sino que cada cual proponga su propio programa, o, al menos, que el programa
que le hayan impuesto lo desarrolle con entusiasmo y metiéndole mano a la vida hasta
dejarla seca y exhausta por plenitud.
Seguro que nos vamos a encontrar
en el camino con la dura realidad de nuestras limitaciones. Pues entonces, la
segunda parte de la proposición deshonesta: que seamos capaces de comprender nuestra
fragilidad, nuestra pequeñez y hallar en ello el gozo y el sentido en el
hermoso caos del universo. No por la entrega sin sentido a lo que nos imponen,
sino justamente por lo contrario, por hacernos más fuertes en nuestras
limitaciones, en nuestro pormenor, en nuestro detalle cotidiano, y así
construir una vida con menos resquemor y con más gozo, más nuestra y más
humana.
El detalle y la glosa de este
deseo es de cada cual y yo no tengo ni el derecho ni la capacidad de entrar en
leyes ni en detalles; cada uno sabrá cuál es su parcela y cómo la puede
cultivar para que sea un hermoso jardín y dé flores y frutos. El mundo debería
ser un inmenso predio compuesto por un conjunto de jardines que exhalaran
curiosidad, interés y complacencia en la vida mejorada.
Es enero y es invierno. Veremos
qué se puede decir allá por el mes de diciembre. La verdad, la belleza y la
vida sumadas hacen la vida apasionante. La vida pide testigos más que maestros.
Ojalá todos seamos testigos de nosotros mismos en la búsqueda de esos deseos en
nuestra parcela personal.
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