viernes, 4 de enero de 2019

BATIRSE SOLO



Desde hace algún tiempo vengo utilizando los servicios que me presta la biblioteca municipal; en ella encuentro libros que me acompañan en la lectura y que me evitan la compra y el gasto que ello comporta. La selección que hacen en las compras no es la que más me satisface, pero si la complemento con las mías y con los libros que también recojo en medios electrónicos (donde ya está casi todo) y en los fondos de segunda mano de Felipe, me voy arreglando. Ayer acudí a reponer libros y la biblioteca estaba cerrada. Evitaré los comentarios que esto me suscita.
Ahora estoy solo en mi casa, con música relajante de fondo y tecleando estas líneas. La soledad y el silencio me invaden. Tan solo me acompañan las notas y un cierto repiqueteo de las teclas.
Imagino otros momentos en los que la biblioteca sí está abierta y acoge a gente leyendo. Si se respetan las normas, casi siempre reina el silencio y cada lector anda a lo suyo, cada libro es un mundo diferente y cada página descubre un contexto único e irrepetible.
Entonces pienso en la soledad, en los momentos en los que cada uno se bate solo, sin ayuda de nadie, solo ante el peligro y solo ante el misterio del descubrimiento y de la vida.
Tengo una nieta maravillosa de nueve años. Lee y entona muy bien. Lee y escenifica cuentos para los niños, y lo hace a las mil maravillas. Pero eso es representar más que leer. La lectura fetén se hace en silencio, en el olvido de lo demás, con las puertas de la atención cerradas a cal y canto y solo abiertas a la sorpresa de lo que el libro venga a proponer. Ahí se bate uno solo, es soldado contra sí mismo, y acaso lo sea no tanto para vencer como para derribar barreras y transformarse en otro distinto. Aquí sí que sirve el oxímoron de Juan de la Cruz: “La música callada, la soledad sonora, el aire que recrea y enamora”. Bendita soledad esta.
El ser humano es lo que son sus circunstancias. No quiero volver sobre ello. Casi siempre anda enzarzado en mezclas con lo otro, que no es más que continuación de lo mismo, en camino de ida y vuelta. Por eso tal vez son tan sabrosas estas excepciones.
Tal vez otro de los escasos momentos en los que hay que batirse solos tiene que ver con el hecho biológico de la muerte, con ese momento de desconexión en el que todo se va alejando y apenas van quedando los últimos ecos de los ecos, hasta que nada es nada. Imaginarlo ahora no me pone, como dicen los nuevos, pero ahí está aguardando y algún día habrá que encararlo. Y no servirán de mucho aquellas palabras del poeta Manrique: “Cercado de su mujer / y de hijos y de hermanos / y criados…” Aliviarán, pero habrá que batirse solo. Que sea con las mejores armas, aunque el combate tenga vencedor previsto.

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