Estos fríos invernales nos tienen
arreciditos y pegados al sofá; si puede ser cerca del radiador, mejor. En estas
situaciones parece que los espacios se acotan y que las mentes también se
encogen en espera de tiempo algo más templadito y soportable. ¿A qué acogerse,
entonces? Pues hay campos y campos. Ahí siguen los libros, que acompañan, y
mucho, y abren las ventanas por las que no entra el viento si uno no quiere; o,
si lo dejamos entrar, lo hacemos a nuestra conveniencia y ganas. O están las
mil minucias caseras que aguardan procrastinadas (me gusta la palabra) un
manitas que las ponga en pie.
Pero la pereza empuja y te ata al
sofá. Enfrente está siempre dispuesta la ventana de colores, y un botón al
alcance de la mano, como pistola automática presta para el disparo. Y en ese
duermevela te pasas mucho tiempo, demasiado; en él van regándote la mente como
por goteo, sin que uno se dé cuenta de que acabas anegado y sin posibilidad de
tenderte al sol para secarte y ver la luz de nuevo.
Durante los últimos días se nos
viene asustando con los males que implican los acuerdos entre fuerzas políticas
en una región de España, Andalucía. Se conoce que no hay otras noticas que
atraigan la atención para atizar el morbo. Vaya por dios. La región es amplia y
casi que se podía decir que emblemática, y la fuerza que se ha abierto camino,
VOX, no anuncia demasiadas cosas buenas. Pero es que, además, las coaliciones
se podrían repetir en toda España en las próximas elecciones.
A nadie se le debe ocultar, sin
embargo, que los resultados lo son por el recuento de urnas y producto de la
voluntad de los ciudadanos. La reacción, por tanto, debería estar encaminada no
al exabrupto sino a encontrar las causas que expliquen los hechos, y, si
escandalizan las propuestas, a combatirlas con las ideas y con la palabra. No
es eso lo que observo en buena parte de los medios de comunicación, que ahora
se llevan las manos a la cabeza y anuncian casi el diluvio universal. Y, sobre
todo, lo hacen de manera machacona, un día sí y el otro también y a todas
horas. De esa forma creo que lo que consiguen es exactamente el efecto
contrario al buscado. El fenómeno es ya un clásico y, por supuesto, no es
nuevo: es lo mismo que ha venido sucediendo en los últimos años con el fenómeno
independentista de Cataluña: cada disparate dialéctico creaba varios centenares
de independentistas más. Del mismo modo, el fenómeno VOX crece y crecerá al
ritmo que sea presentado solo con trazos gruesos y con formas groseras, sobre
todo por aquellos que dicen defender ideas alejadas de este partido. Los dos
fenómenos son tan paralelos que se retroalimentan: el primero engorda al
segundo y el segundo echa de comer al primero.
Creo que sigue sin reconocerse
que en nuestra piel de toro tenemos una dificultad previa que no somos capaces
de solucionar. Se llama el ASUNTO TERRITORIAL. Es que no parece de premio nobel
observar que la ley, sea la que sea, se ha de implantar en un territorio, y, si
no tenemos claros los límites y las características de ese territorio, no hay
ley que valga: el fenómeno físico es previo al legal.
Yo no sé cuál es el mejor modelo,
pero tengo bastante claro que, sin ese modelo determinado con claridad, las
tensiones seguirán durante mucho tiempo. Vayamos, si no, a los presupuestos y
observemos cuál es la actitud de los partidos nacionalistas, de todos sin
excepción. O repasemos la historia de los mismos: egoísmo, tensión y
deslealtad. Parece como que estuvieran incitando a crear reinos de taifas en
todas las comunidades y después dejar el resultado a la pelea y al que más
fuerzas tenga para llevarse más.
Así que habrá que disparar la
pistola, pero para apagar y cerrar las ventanas coloreadas y para arrimarse a
otros sitios de calor más confortable. Cachis.
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