En algún sitio he descubierto
esta sentencia: “Solo se regresa cuando no se sabe adónde ir”. No cito la
fuente porque la he perdido. Me pregunto hasta qué punto es esto verdad o
sencillamente si esconde algo de verdad.
Definitivamente, la vida es un
camino que se va haciendo cada día: “Caminante, no hay camino…” decía el
maestro. Pero, ¿hacia dónde conduce ese camino? “Todos los caminos conducen a
Roma. ¿Y qué es eso de Roma? ¿Es solo un lugar físico? En época del imperio
romano, todos los caminos llevaban a Roma, claro. El imperio es lo que tiene,
que no deja explicar nada sin él y todo lo absorbe y centrifuga. Después llegó
otro imperio aún más potente, con sede también en Roma: el religioso. Y todos
los caminos siguieron llevando a Roma, al menos desde la mentalidad occidental.
Hoy se dibujan, por cielo, mar y tierra, otros caminos, que son surcados a
diario por gentes de todo tipo, desde los más poderosos hasta los que se ponen
en manos de las olas en busca de mejor suerte.
El mundo es un infinito mundo de
carreteras que no llevan a ninguna parte, pues todas terminan siendo circulares
y regresando al punto de partida. De todas ellas, la más misteriosa es la de la
vida de cada uno de nosotros. Cada día construimos y hollamos un tramo
distinto; unos están en obras, otros se estrechan demasiado y algunos se nos
ofrecen amplios y despejados. A veces tenemos que pararnos a repostar, sin
saber muy bien si lo que necesitamos es diésel o gasolina, o si debemos llenar
el depósito completo o simplemente hacerlo a medias. Y siempre, cada hora y
cada minuto, viajamos con el vértigo de lo desconocido, con el peligro
inminente de la curva próxima o del terraplén que nos amenaza al lado de la cuneta.
Porque, ¿hacia dónde vamos? Nadie tiene respuesta confirmada, solo buenos
deseos y ecos que nos ciegan la conciencia. No es más -ni menos- que una buena
maniobra, una acción en defensa propia, un buen escudo que nos deja seguir en
el camino.
¿Es lícito seguir sintiendo el vértigo,
o acaso es más humano dejarse conducir por esos sueños? Yo no tengo respuesta.
No la tengo para mí y mucho menos para los demás. Tal vez yo sea un cobarde;
tal vez yo sea un iluso. A menudo siento el vértigo en el cuerpo y vivo con la
fuerza del momento, pensando que es gran suerte saberse un caminante al que
arrojó el destino para sentir los días y las noches, para notar lo oscuro del abismo,
para gozar con fuerzas de la etapa que me tocó vivir. Otras veces me siento
ilusionado, me canso de vivir conmigo mismo y me arrojo en los brazos de quien
quiera llevarme a no sé dónde.
Sea como sea, siempre ando de
camino, siempre soy caminante, desbrozo los caminos, mi camino, ese que voy
surcando, o más bien voy haciendo cada instante que paso por la vida.
Y no quiero mirar hacia el pasado
porque entonces se me borran las huellas y no alcanzo a divisar los restos que
quisiera haber dejado sembradas. Entonces me cuelgo de mí mismo y me sostengo
en lo interior de mí. Así, como escondido y aguardando que pase la tormenta y
encuentre algún asidero al que agarrarme. Después vuelvo a pisar y me echo a
andar de nuevo, sabiendo que no hay vuelta; porque quiero seguir haciendo
senda, por más que apenas sepa la forma ni tampoco el contenido.
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