Observo con disgusto que, por casi todos los rincones, se
respira el olorcillo de algo que parece alejarse y que se da ya por concluido.
Da la impresión de que tuviéramos ya que hacer resumen y balance de lo que ha
sucedido y de que nos estuviera invadiendo la obligación del futuro dando por
perdido el presente. Y me parece observarlo un poco en todos los ámbitos y
niveles.
Tengo gente próxima que trabaja en la enseñanza y que ya
descuenta los días con los dedos de las manos viendo cómo se queda sin ellos
por la proximidad de la vuelta a las aulas. Leo resúmenes y valoraciones de las
actividades del mes de agosto en esta ciudad estrecha, en la que habito. Los
medios hacen recuento del número de turistas que nos han visitado. Como el
asunto político no se ha resuelto, muchas de las miradas apuntan al futuro y a
las novedades que nos puedan traer las próximas semanas. Y en este plan.
Es verdad que la gente anda buscando su acomodo, que tal vez
las calles empiecen a verse menos transitadas, que las noches, un poquito más
largas, comiencen a dar indicios de que algo se mueve; incluso las tormentas de
ahora mismo, después de tanta sequía, acaso anuncien un cambio natural. Qué sé
yo…
Pero me parece un error adelantarse al futuro y poner el carro
por delante de los bueyes. Todo llegará a su debido tiempo. Cada día tiene su
afán y a él deberíamos dedicarnos con ahínco. No entiendo que nadie se
obsesione con el escaso número de días que le queden de vacaciones ni que
piense siquiera en la época de trabajo antes de la misma fecha en la que se vea
obligado a realizarlo. Todavía la noche anterior forma parte del período de
vacaciones y no deberíamos robarle ese espíritu.
Por lo demás, aún queda casi una semana entera del mes de
agosto, por el medio habrá que celebrar aniversarios, las actividades siguen al
mismo ritmo, la naturaleza nos sigue regalando su hermosura, las fiestas
patronales se atisban por el horizonte, acaso quede pendiente alguna escapadita
de semana para los más retrasados y nada nos indica que no se tranquilice todo
hasta la segunda semana del mes de septiembre. Por si fuera poco, los veranos
se alargan cada año más y el clima nos dejará en la calle todavía muchos días y
alguna que otra noche.
Agosto, además de ser un mes largo, no linda con ningún otro
mes del calendario; quiero decir que cierra período, porque septiembre cambia
las costumbres, reconstruye los ritos, se hace de rogar para olvidar aquello
que creció tal vez en el verano y nos asienta en la realidad más inmediata y
duradera.
¿Por qué no lo dejamos que se agote y se exprima, que deje al
descubierto todo lo que tenga dentro y se duerma tranquilo y rendido después de
todo el gozo y el contento? Que nadie tenga prisa, y que también se agote entre
sus días, para llegar alegre, satisfecho y pleno a lo que nos vaya marcando el
calendario.
Venga, vamos a ello.
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