miércoles, 14 de agosto de 2019

TAN SOLO DE MANERA DIFERENTE



Los medios de comunicación de masas, en conjunción con nuestra escasa capacidad mental y la necesidad que tenemos de fijar nuestra atención en unas poquitas cosas para poder sobrevivir y no morir en el intento, nos conducen a un mundo aparentemente homogéneo y redundante. De ese modo, parecería que todos estamos haciendo lo mismo, a las mismas horas y en los mismos lugares.
Y tal vez la panoplia de posibilidades no sea demasiado amplia y, en verdad, todos tratamos de cumplir un índice reducido de ilusiones y de necesidades. Acaso no seamos tan diferentes y los contextos tampoco nos dejen serlo.
Yo, sin embargo, me resisto a que esto sea así y no me complace que las imágenes que observamos o que nos disparan los medios sean del todo reales. O al menos únicas.
Además de las playas atascadas y de los centros de ocio hasta los topes, uno echa la mirada y ve muchas más cosas por ahí en pleno mes de agosto. Ve, por ejemplo, a los agricultores de tantos campos mirando al cielo y viendo que se agosta la cosecha sin saber todavía si los días que les quedan serán propicios para recogerla con bien; o ve que tanta gente sigue abriendo sus tiendas y pequeños negocios sin poder pensar en el descanso, porque en su trabajo quieren hacer su propio agosto; o piensa en los enfermos que contemplan el paso de los días con la esperanza de ponerse muy pronto a la faena de vivir la vida por las calles; o a los que en su enfermedad los acompañan; o a los que están al pie del cañón vigilando que el ocio de los otros se cumpla sin agobios; o a los que penan, o a los que simplemente se quedan en su casa porque en ella encuentran su mejor hotel durante todo el año; o a los que, aun pudiendo correr mundo, prefieran conocer algo mejor aquello que les rodea y no han hollado todavía… Qué sé yo cuántas cosas.
Estoy viendo estos días cómo en los telediarios rellenan el tiempo con la repetición de un reportaje ya emitido en programas pasados y en otros formatos. Cuando los veo pienso en lo necesario y productivo que sería que cada día se ocuparan del análisis de uno de estos hechos que en ellos nos presentan. Eso sí que merecería la pena y no tanta notica de ahora mismo, sin sustancia ni alcance, tan solo a la búsqueda del morbo y el asombro repentino y efímero.
Pero dicen que España está de vacaciones. Y eso no es verdad. O es verdad a medias. Cuando el sol sale, sale para todo el mundo, pero no todo el mundo puede tomarlo de la misma manera. Por lo demás, ni falta que hace, porque algunas maneras ni cuestan ni fatigan, y tienen recompensas positivas. En la ciudad estrecha donde escribo, existen mil caminos, por ejemplo, que te entrañan en la naturaleza, que te invitan a ella y no te cobran, que te incitan a darle a la palabra y acaso al pensamiento. Aquí también las fuentes y los ríos, las piedras y regatos hablan de muchas cosas, y no te empuja nadie ni con la sombrilla ni con el culo al aire.
A mí, sin ir más lejos, me ha dado por sentarme los dos últimos días en mi terraza y abrir con calma páginas de un libro que parece muy extraño: Fundamentos de la metafísica de las costumbres, I. Kant, un ensayo que busca hallar los límites entre la realidad y la inteligencia, entre el mundo de las cosas y el mundo de las ideas. Casi nada.
Y el sol sigue saliendo, y las noches empiezan a alargarse. Y llegará setiembre, que no linda con ningún otro mes del calendario, y reinará el silencio de las playas, y tornará el bullicio a las aceras, y las ciudades serán de nuevo otra epidemia… Y el mundo dará vueltas y más vueltas sin causa ni destino conocido.
Ni mejor ni peor, tan solo de manera diferente.   

No hay comentarios: