OTRA VEZ EL OTOÑO
Releo, ya en forma de libro que
me llega, mi Notas a pie de vida 2009.
En él se incluye lo que escribía tal fecha como la de hoy, hace once años. El
otoño en esta ciudad estrecha permanece inalterado. Hoy mismo he paseado por El
Castañar y me he anegado con los colores del paisaje. Mañana haré lo mismo en
otros caminos. Pensaba escribir algo al respecto, pero me he encontrado con
esta página y no podría hacer otra cosa que repetirla. Por eso, lo que hago es
copiarla y compartirla. Han pasado once años. Es como si fuera ahora mismo
2009-10-24 QUÉ LUJURIA SABROSA DE PAISAJE
Definitivamente,
el otoño o es bejarano o no es de ningún sitio. Ya sé que me he situado en la
hipérbole desde la primera palabra y pido perdón por ello, pero es que, en
realidad, no exagero demasiado. Quien quiera comprobarlo no tiene que hacer más
que venir a verlo. La puerta está ya abierta y no se cobra entrada.
Esta
luz tan diáfana, este rocío en el campo, estas hojas revividas con las primeras
lluvias y vueltas arco iris ya del tiempo, ese cielo azulado hasta lo más
intenso, las sombras en su sitio, el fresquito sin frío, los suelos cargaditos
con bellotas en una interminable montanera que aguarda a las cabras, a las
ovejas, a los cerdos y a los jabalíes, los animales sueltos por cualquier
predio, sus voces nítidas y afiladas, los regatos que empiezan a humedecerse,
los riscos relucientes con las primeras lluvias, la corona que adorna en tantos
caminos, el musgo recrecido hasta invitar a hundirte en él, los robles y sus
líquenes, la fresneda que va ya deshojándose, los chopos y sus ramas amarillas,
los cerezos que buscan sus granates, los pinos impertérritos con sus hojas
perennes, las encinas tranquilas con sus suelos tan verdes, aquel poquito ya de
nieve en lo alto de la Ceja y saludando desde los Hermanitos, los pueblos
somnolientos cuando va levantando cabeza la mañana, los humos que se elevan por
encima de todo, un poquito de niebla pegada a la ladera y ocultando una pequeña
parte de la montaña, el río que se adivina en lo hondo del valle, las fuentes
escondidas con sus aguas limpias soñando sus sueños, los fieles caminantes que
se echan al camino, la charla sosegada sobre temas sabrosos, el despertar del
mundo, la conciencia de todo escondida en el suelo, el sustento a las once
compartiendo las viandas, ese lento hormigueo de lo que cobra vida…
Y
yo viéndolo todo con mi conciencia limpia, con mi despertar lento, con mi paso
tras paso, con mi mirada atónita, con mi sentir pequeño, con mi simple
presencia, con mi valor tan mínimo, con la certeza a cuestas de lo amplio de la
vida y de mi pequeñez, con mis amigos que siguen soportándome en la palabra y
en el camino, con esa sensación de hagamos una tienda y prolonguemos esto, con
la distancia plena del otro día a día, con la mirada amplia y mis ojos
pequeños, con todo lo que aguarda para mí solamente, con el gusto de todo y el
sabor de lo mismo, con ese corte limpio que te duele y no sangra, con el ánimo
puesto en el sudor de espaldas, con ese sobregusto de hacerte perdidizo, con el
placer del sueño que llena los sentidos, con la mente afanándose en no afanarse
en nada, con un dejarse un poco en manos del azar y del olvido.
Hoy
el otoño ha sido bejarano a la luz y al amparo de la sombra de la mañana.
Después el sol fue todo, y todo fue el otoño bejarano. Qué lujuria sabrosa de
paisaje.
1 comentario:
Es un texto especial por su lirismo y la pasión desbordante que demuestras por la natuealeza
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