martes, 16 de marzo de 2021

CESARISMOS

 

 CESARISMOS

Caigo en la tentación -una vez más- de expresar mi opinión acerca de lo que sucede en el ágora nacional, convencido como estoy de que mi opinión no llega a casi ningún sitio y de que a estos asuntos se dedican a diario los medios de comunicación generales. Pero allá vamos de nuevo.

Anda el patio de la política algo más revuelto que de costumbre, sobre todo desde que en Madrid se ha disuelto su Asamblea y se han convocado nuevas elecciones. A nadie se le oculta que la plaza de Madrid, más para mal que para bien, es plaza de categoría especial, porque, aunque Madrid no sea España, como dijo la susodicha, sí es un crisol de todas las Españas; rompeolas de todas las Españas, dijo el poeta.

De entre todo el guirigay, me interesa destacar dos actitudes que han concentrado la atención de casi todos los medios de comunicación. En ello les va el morbo, la clientela de la publicidad y la influencia en la opinión. Se trata de las actitudes de Isabel Díaz Ayuso, candidata del PP, y de Pablo Iglesias, candidato de Unidas Podemos.

La primera ya anda pidiendo cuentas a toda España por haber conseguido (eso dice ella) sacar a Iglesias de la Moncloa. El líder de Podemos le ha servido en bandeja el eslogan de campaña, del que Ayuso ya no se bajará: Comunismo o libertad. Y se queda tan fresca y oreada. Como si fuera un nuevo mesías o un moderno César.

El segundo, Pablo Iglesias, dice renunciar a su puesto en el Gobierno para enfrentarse al fascismo en Madrid y conseguir echar a Ayuso del Gobierno de la Comunidad de Madrid. No duda en llamarlos “criminales” y “fascistas”. La derecha también le ha dado servida la idea fuerte para la campaña: Fascismo o libertad. Y también él se queda tan fresco y oreado. Otro nuevo profeta o Alejandro Magno.

Con independencia de politiquerías y golpes bajos por doquier, el fondo creo que es algo más complejo que estas proclamas con las que se bombardean unos y otros. Juegan el partido muchas variables y tal vez no todas confesables ni perseguidoras del bien común. Pero ese análisis -una vez más- es muy largo.

Me quedo con estas dos figuras, que se muestran como si fueran los salvadores milagrosos de pueblos y comunidades, como si de sus personas emanaran poderes especiales y taumatúrgicos que van a hacer llover maná del cielo y como si fueran poseedores de poderes mágicos capaces de conducir por el desierto a todo un pueblo hasta la tierra prometida.

A esto lo podemos llamar cesarismo y tiene unos peligros que causan pavor. Porque césares y caudillos -que se convierten en dictadores en dos patadas- ya hemos tenido muchos y entre nosotros todavía se notan las huellas de alguno.

¿Dónde están las ideas y los programas? ¿Y los equipos? ¿Es esto acaso alguna batalla en la que lo que interesa es la muerte del contrario y la desaparición por cualquier medio de las ideas distintas? ¿De qué sirve una polarización en la que se pierde la razón y se da rienda suelta al instinto?

Los medios de comunicación se frotan las manos dando pábulo y encendiendo mecha para que la pelea y los puñetazos se vean en directo.

¡Pero es que los espectadores piden eso! ¡No notáis cómo desprecian a cualquier candidato que no levante la voz ni dé voces, y le exigen que salte a la yugular del contrario! La Comunidad de Madrid es el mejor ejemplo con Ángel Gabilondo, mucho más pausado, hombre de ideas y abierto a los demás. Pues sus propios correligionarios le piden más bulla, enfrentamientos y cuerpo a cuerpo.

Entre todos abonamos el campo para que crezca la cizaña y se pierda la sensatez. Y luego nos ponemos quejicas le pedimos peras al olmo. Así están las cosas. Vaya un panorama. Qué pena.

Entre el cesarismo de unos y las ganas de bulla de tantos otros, tendremos verbena nacional durante varias semanas. Conviene tomárselo con calma, porque corremos el peligro de despeñarnos un poco más en el abismo de la misantropía.

Por si acaso, yo les pediría a estos y a cualquier otro candidato que vengan a la cosa pública con el ánimo de ayudar, de poner su esfuerzo al lado del de tantos otros; no a salvar a nadie. ¿No tienen bastante con salvarse a sí mismos y echar una mano a los de al lado?

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