CONTEMPLANDO LA CIUDAD ESTRECHA
Esta vez sí creo que se merece un alto
en el camino, un quieto que he tenido un darme cuenta y un ratito para aquello
que habías prometido dejar de lado en la medida de lo posible.
Ayer mismo, jueves, cuatro de marzo de
dos mil veintiuno, la alcaldesa de esta pequeña ciudad de Béjar, estrecha y
larga, decadente como pocas, perpleja en el pasado ducal y soñadora de no sé
qué grandezas, poseedora de un entorno natural extraordinario, refugio en el
que sencillamente me voy haciendo viejo, presentó una moción de confianza en el
consistorio. La perdió. Los concejales del PP y del partido local TAB votaron
en contra de esa moción. En consecuencia, lo lógico será que, en el plazo de un
mes, los que la han rechazado presenten a su vez una moción de censura. Hasta
aquí el proceso legal, que terminará como tenga que hacerlo, según sean las
votaciones.
Pero es que aquí el proceso es
consecuencia de algo ocurrido hace ya seis años. Conozco bien los entresijos
del desaguisado porque lo viví desde dentro. De él tengo redactadas entre
cuarenta y cincuenta páginas, que duermen en el cajón, encuadernadas, esperando
la mano de nieve que sepa arrancarlas.
TAB nació como reacción, creo que
bastante impulsiva y poco razonada, contra el proceso de elección de una
persona, que en nada afectaba a la representación de concejales en esta ciudad.
Es probable que tras todo el barullo se escondiera algún deseo inconfesable.
Tal vez. Para otro momento esa disquisición. Nunca se produjo ninguna disquisición ideológica o
estratégica. El resultado fue la división de los votantes del partido de
izquierdas PSOE en Béjar, la alcaldía y el gobierno para la derecha y la
desilusión de un buen puñado de ciudadanos que no entendían lo que pasaba. Así
se ha mantenido el asunto durante legislatura y media.
Los ciudadanos votan lo que les parece
mejor y hay que respetar los resultados. Pero aceptarlos no significa no
analizarlos ni tampoco compartirlos.
Los partidos locales y localistas, por
lo general, tienen una vida muy corta y están condenados a su desaparición o a
ser absorbidos por otros de más larga trayectoria. Cuando su aparición es
provocada por lo que, a todas vistas, parece un calentón y una huida hacia
adelante, todo se embarra y toma caracteres de tragicomedia. No tanto por los
pocos implicados en esos enfrentamientos, sino, sobre todo, por los ciudadanos
y su convivencia. ¡Una ciudad, aunque sea estrecha (en muchos sentidos) y
pequeña, no puede estar pendiente de los caprichos de unos poquitos: es algo
mucho más serio que eso!
Llevamos ya un larguísimo año bajo los
efectos devastadores de la pandemia. Es casi imposible que se presente otro
escenario más apropiado para haber unido fuerzas, arrimar el hombro y empujar
para que los efectos sean lo menos malos posibles. Es notorio y público que a TAB se
le ha ofrecido formar parte del equipo de gobierno y que ha renunciado
siempre. Tienen todo el derecho a hacerlo. No estoy seguro de que mucha gente
lo entienda. Aunque ello no signifique
decir sí a todo ni mucho menos.
Hace ya bastante años que -también en
esta ciudad estrecha- se produjo un hecho semejante. Quien dio ese paso lo pagó
muy caro.
Como conocedor de lo que sucedió en el
principio del fin, como pechero de a pie, como votante de izquierdas (siempre
de manera testimonial y ahora muy alejado de la primera fila,) me atrevo a
pronosticar un fin próximo de esta formación en lo que a representación pública
se refiere. Esto es solo un pronóstico, para el que solo tienen sentencia los
votantes.
Repetiré una vez más que no tengo
razones para negar la buena voluntad de cualquier iniciativa, tampoco de la de
TAB. Creo, de todos modos, que las consecuencias para la comunidad no se compadecen
con sus iniciativas. Pero puedo estar equivocado, por supuesto. Y desde el lado
del PSOE alguien tendrá también que mirarse y reflexionar, que todos tenemos
nuestros descosidos y
nuestras goteras. Y a veces llueve y hace frío.
No sé si quedan tiempos para la
mediación, para hacer relativas las diferencias, para olvidarse de la paja en
el ojo propio y la viga en el ajeno, para relativizar y entender que por encima de las visiones personalistas está la comunidad,
para… Eso sí, si uno está convencido de lo que dice y hace, adelante con los
faroles y salga el sol por Antequera.
Pero sea como sea, es mejor no morir
matando, que luego las heridas tardan en cicatrizar, y, además, el difunto no se entera. Que la vida es muy breve y
merece la pena no echarla a perder en un quítame allá esas pajas o en un
quítate tú para que me ponga yo.
Venga.
1 comentario:
Si no hay una izquierda unida no puede haber una oposición, ni gobierno fuerte.
Publicar un comentario