viernes, 3 de septiembre de 2021

ANDA Y QUE TE DEN...

 

ANDA Y QUE TE DEN…

Hoy me perdí en el mundo de los dichos y me encontré con este. El dicho completo sería así: Anda y que te den… por el culo. La cosa tiene miga, historia y tiempo. Porque hay que irse al menos hasta el tiempo de los romanos para dar con su origen, el que nos ha llegado a nosotros, como herederos de la lengua y de las costumbres de aquel imperio antiguo. La cosa sigue casi igual en muchos asuntos.

La sexualidad en Roma -y, en general, en el mundo clásico- se entendía de manera muy distinta a como la interpretamos ahora. Por el medio ha pasado la imposición de la moral judaica y cristiana, con su rigidez, sus prohibiciones y su sentido del pecado. Asunto este interesantísimo para entender un poco cómo somos y por qué somos así.

Los romanos no veían con malos ojos la homosexualidad ni la bisexualidad. Numerosísimos personajes célebres (emperadores, escritores…) practicaban públicamente esta sexualidad abierta y plural. Pero no respetaban lo mismo a la persona pasiva que a la activa; para com la primera, la consideración era negativa, mientras que para con la segunda era positiva. El resumen es este, aunque el desarrollo ofrece muchas perspectivas y consideraciones diferenciadoras de las actuales.

Solo así se puede entender que este dicho encaje en ese significado negativo de desprecio y de rechazo que le damos ahora. No hace falta forzar demasiado la imaginación para entender la semejanza entre el dedo corazón y el miembro sexual masculino. De hecho, en latín, el dedo corazón es el digitus impudicus o digitus infamis. Encoger la mano y extender el dedo corazón ya entonces era expresión de rechazo, de rechazo para el receptor físico de tal figura.

Hoy lo hemos conservado con significado parecido, aunque de él hemos eliminado el contenido sexual de su origen. Componer esta figura se ha apropiado de otra expresión: hacer una peineta. Pero la intención y el fondo de rechazo y de desprecio sigue siendo el mismo.

Se cuenta del emperador Calígula que, cuando daba la mano a besar -como se sigue haciendo todavía en algunos contextos en los que se practica el besamanos- la ofrecía muchas veces en figura de peineta. ¡A ver quién se atrevía a rechazarla!

Como a mí estoy seguro de que Calígula ya no me puede castigar, le puedo reenviar la peineta y el dicho: Anda y que te den.

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