EN UNA CLARA Y DULCE
SINESTESIA
He
salido a gozar de la mañana
y
el campo es una hermosa sinestesia.
Mis
pisadas profanan el silencio
de
la noche callada. Nada suena
y
estoy viendo llegar el horizonte,
que
trae luz mensajera hasta mis ojos.
Poco
a poco, extasiado ante el misterio,
el
día se pone en pie, se reconoce
y
se rinde a la fiesta cotidiana.
Aquí
las sensaciones se confunden,
ebrias,
en una mezcla, que supone
la
descomposición del silogismo:
el
viento huele a verde, los castaños
componen
una alegre sinfonía,
la
luz canta la fábula del agua
y
ha convertido todo en transparencia…
El
agua huele a musgo…
El
silencio se escucha…
Todo
el bosque respira…
Supliqué
humildemente a un dios desconocido
ser
también uno más, ser parte activa
de
la canción global que se cantaba.
Me
perdí y me encontré, fui convocado
a
una fiesta en que todo pertenece
a
la luz, al olvido, a la pureza.
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