ENEMIGOS ÍNTIMOS
Si
la vida me trata con desprecio,
le
cuento los secretos a mi sombra
(no
es más que una manera, como tantas,
de
tratar de engañar a la tristeza);
ella
es mi perro fiel: no me abandona
ni
en los días más oscuros del invierno.
Después,
cuando el sol se hace más alto,
estrecha
su silueta y se declara
la
voz de mi conciencia. No consigo
deshacerme
de ella a ningún precio,
ni
siquiera se queja cuando sigue
debajo
de mis pies y yo la piso
sin
poder evitarla.
Pero
he de confesaros un secreto:
me
tiene hasta el cogote su presencia.
No
sé qué podré hacer cuando la muerte
desdibuje
la luz y yo me haga
vecino
para siempre y sin remedio
del
silencio inmortal. Acaso entonces
me
convierta yo en voz de su conciencia
y
le recuerde, en tono suplicante,
que
hasta los más amigos necesitan
su
espacio solitario en el silencio
y
un poquito de tiempo en que perderse,
sin
pelmas que no paran de mostrarle
lo
absurda que resulta su presencia.
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