miércoles, 29 de septiembre de 2021

PESIMISMOS

  PESIMISMOS

El discurrir biológico acumula experiencias, hechos en los que somos espectadores o protagonistas, lecturas, vivencias varias y, en fin, acontecimientos que van configurando el contexto en el que se va desarrollando nuestro pensamiento y nuestra manera de estar en la vida, si no es que terminan por ser la esencia misma de nuestra manera de ver el mundo. Como las fuentes son tantas, el poso que van dejando resulta muy variado según los individuos. El caso es que termina por darnos una imagen general de personas más optimistas o de personas más pesimistas.

Se suele afirmar que un pesimista no es más que un optimista ilustrado, como dando por cierto que el análisis de las cosas nos sitúa en el camino de la desesperanza y hasta de la desilusión. La afirmación tal vez sea demasiado atrevida y generalizadora, pero me temo que encierra bastantes elementos de razón.

La trayectoria social y política de los últimos cincuenta años representa un ejemplo característico de este hecho. Así, buena parte de las generaciones que se ilusionaron con la llegada de la transición y de la democracia, con el correr de los años, pasaron al estado de cierto desánimo y de pesimismo. Tal vez algo parecido -y este sería un ejemplo de rabiosa actualidad- se puede decir de muchas personas que asisten con disgusto al enfrentamiento irracional entre una parte no pequeña de la clase política y social.

Ante tal situación –reduccionista, por supuesto, pero me temo que muy real-, caben dos posturas encontradas si se apunta hacia el futuro. Es por ello por lo que podemos hablar de pesimismos, en plural. Al menos de dos tipos de pesimismo.

El primero es el que nos mantiene en la inacción, convencidos de que todo es inútil y que cualquier esfuerzo se salda con escasos resultados. En ese caso, la inercia nos lleva a volver la mirada hacia el interior de nosotros mismos, reduciendo el campo de acción a aquello que afecta a la persona individualizada, a cada uno de nosotros como individuo. Como las ideas aspiran al valor universal, tendemos a su abandono y a guiarnos por el ego-ísmo.

El segundo tipo de pesimismo parte, como el primero, de la constatación de que la realidad se descose por demasiados sitios y que presenta grietas por todas partes. Por eso, el pesimismo. Pero, a partir de ahí, se enfunda en el traje de la ilusión, del espíritu positivo y se echa a andar, en un sube y baja continuo, en un caerse y levantarse que no para, con la intención de mejorar la situación social, precisamente para que ese pesimismo cambie de acera y se convierta en optimismo y en mejora de la comunidad en la que vive.

Parece evidente que resulta más positivo engancharse al ‘pesimismo optimista’, tanto por sus ventajas sociales como personales en todos los campos posibles.

He vuelto a la compañía del pensamiento de Dorado Montero y me encuentro precisamente con esta misma idea. Así que sean él y el argumento de su autoridad los que me sustituyan. Ahí van sus palabras:

Existe una actitud pesimista claramente interesada; es la de quienes se envuelven en un manto de aparente amargura y desengaño para poder disfrutar cómoda y egoístamente los ‘endiablados’ productos de la presente civilización.

Existe otra actitud en la misma línea de la de aquellos que consideran que la vida es un valle de lágrimas, un inmenso teatro de desdichas, dolores, negruras y tristezas, para aminorar y endulzar las cuales, no solo es inútil cuanto se haga, sino que quien más trabaja en ese sentido aumentará su tormento, porque no logrará otra cosa que hacer más intensa la conciencia de su infelicidad. De aquí solo podrían derivarse el renunciar a la vida o el embrutecerse. Pero existe otro tipo de pesimismo que armoniza a maravilla con el socialismo y que hasta constituye el más poderoso resorte del espíritu y movimiento radical revolucionario. Es el  ‘pesimismo optimista’ de que se hallan forzosamente poseídos todos los luchadores, todos los hombres progresivos, cuantos saben que la vida es combate y trabajo, camino incesante; y por hallarse convencidos de ello están dispuestos siempre a ‘arrimar el hombro’ para conseguir que el  estado que sin remedio ha de sustituir al actual estado, caduco, injusto, sea un estado en que exista un bienestar social mayor aplicable a mayor número de personas que el que existe con la  organización presente.  Pesimismo y socialismo. El socialista, 1º de mayo de 1899.

Me abruma el pensamiento y me manda al rincón de pensar. Y de actuar.


1 comentario:

Jesús Majada dijo...

Constato que en el ordenador leo perfectamente tus entradas; pero, si lo hago en el móvil, la lectura se hace dificultosa, por el escaso contraste entre lo escrito y el fondo de pantalla, como ya te anoté en días pasados.
¿Será cosa de mi móvil o afectará a todos?