Era la luz de plata en la ribera
preludio del invierno. La mañana
sujetaba en el cielo el frío y la pureza.
El agua salmodiaba lentamente
los ecos de las fuentes de la sierra.
Ya no sonaba música acordada
en honor de las hojas de los árboles:
las ramas eran solo centinelas
de desamparo, soledad y frío.
Muy cerca de la espuma de la orilla,
mostraba al sol sus frutos un manzano,
aislado y olvidada la sazón
de sus frutos, ya a fines del otoño.
Fue más la tentación de los recuerdos
de aquellos otros tiempos cuando, niños,
andábamos a tonda por los campos,
ensanchando la vida en los instintos.
El tiempo se hizo niño, infringió leyes
junto al rumor tranquilo de las aguas,
ese rumor que, yendo hacia la tarde,
revivió la mañana del pasado.
Un poco de nosotros se hizo espuma
y se fue tras la estela de las aguas.
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