domingo, 18 de diciembre de 2011

VIVIR ES LO QUE IMPORTA

¿Por qué toda la vida anda cargada de problemas y de preocupaciones? ¿Qué fuerza nos empuja a complicarnos todo y a andar con prisas y con recelos por el curso de casi todas las horas? ¿Quién nos ha metido en ese tráfago inacabable de metas y más metas cada vez más alejadas e inalcanzables?
Ahí mismo, por ejemplo, está la Navidad, que ya asoma por la esquina del barrio y se anuncia a vuelta de semana. Cuántos preparativos, qué cantidad de encargos y de recomendaciones, cuántas caras de disimulo, qué exceso de excesos. ¿Por qué no hacemos todo más sencillo? ¿Por qué en la vida sencillamente no damos paso a la vida con naturalidad?
Tal vez todas las dificultades empiezan cuando nos olvidamos de que lo más importante de la vida es simplemente vivir. Lo más importante de la vida es la vida misma. A su lado, los excesos en busca de un puesto de trabajo nos atan de por vida, las dedicaciones en busca de una posición social bien encuadrada nos anulan y nos despojan de la naturalidad y de los gozos más nobles, los empeños en los bienes considerados sociales nos quitan el tiempo, las ganas y el espacio; los dogmas nos anulan y nos pillan descuidados, nos doman y nos transforman en dóciles rebaños, y hasta las ideologías nos pueden hacer chicos y endebles si no son solo medios.
La vida es un borbotón de agua clara que siempre ha de surtir de manantial fresquito. Es así como seguramente gusta más y sacia mejor la sed. No quisiera tender a una vida que se mueva en el nivel del instinto: esto me parecería tan malo o peor. Lo que se insinúa es que todos los esfuerzos tendrían que estar orientados a la satisfacción gozosa de la vida, de un gozo cuyo dueño sea el hombre y no el objeto, de una pasión que libere y que no ate, de un placer que dignifique y no que contribuya a la apariencia de la máscara en un mundo trufado de esclavos de los gustos impuestos por los otros.
Vivir es lo que importa, lo que da fortaleza y dignifica al hombre. Lo demás lo esclaviza y lo somete, lo hace más gregario e insensible. Y no es plan ni para unas vacaciones.

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