Tenía pensado dejar a solas estas páginas por unos días; incluso me ronda la intención de poner pies en polvorosa y dejar de asomarme a la ventana por más tiempo. No sé qué pasará. Veremos. Pero a ratos me puede el grito y la necesidad de contarme a mí mismo algunas cosas. Hoy es un ejemplo de ello.
Se cierra el círculo de todo eso que supone un cambio de Gobierno en el país en el que habito y entre la gente con la que me ha tocado vivir. A partir de hoy comienzan el trabajo y los cambios previstos. No son mis tipos precisamente, pero aguardo modificaciones importantes en las normas y en los estilos. No quisiera que mucha gente descubriera las estrellas ni los mares de la tierra cuando les aprieten las chinas en los zapatos. Me quedaría con las ganas de llamarlos de todo.
Por el medio se han colado las famosas fechas de las loterías, ese uso falso que yo no puedo entender por más que le echo ratos a encajarlo en la razón y al que no voy a volver porque ya he dicho lo que me parece en otras ocasiones: un acto que deshumaniza a todos y que nos convierte en supersticiosos e imbéciles absolutos.
Y, aunque hoy parecen un tanto apaciguados, también ha aparecido el muñeco de un tal yerno real que sirve de payaso de feria forrado al que disparan por todos los sitios. Como si el susodicho realizara actividades distintas a las que realiza cualquier participante en esta sociedad de empujones y de egoísmos en la que vivimos. La demagogia es fácil cuando se ha conseguido nominalizar y poner imagen personal al mal. Entonces la masa coge piedras y la lapidación está a la vuelta de la esquina. Tenemos medios de comunicación que hacen de eso su vida y les va muy bien en sus cuentas de resultados. ¿Cuándo desnudaremos a la sociedad y a los componentes de la misma que son los que hacen posibles estos desmanes que luego tanto critican? ¿Es que nadie se da cuenta de que, ante semejante sujeto -al que le puede caer la condena que merezca, que a mí me da igual- tenía todas las puertas abiertas y todas las entrepiernas dispuestas con solo hacer acto de presencia? ¿Quién creó la escala de valores que propició eso? ¿Quién la sigue creando cada día para que vuelva a suceder algo semejante más pronto que tarde? En realidad, ¿no está sucediendo a cada hora en casi todos los ámbitos de la vida: deportes, música, famoseo…? ¿No tienen nada que decir ahora todos los marujos y marujas que se disuelven de gusto en estos ambientes? ¿Y todos los medios de comunicación que viven de ello?
Y las Navidades y todas las obligaciones impuestas sobre las que no quiero volver.
En fin, que no encajo, que quiero solo andar en sitio extraño, que ando muy marginal y no solo esta tarde, que los anclajes en los que andamos como sociedad no me convencen y cada día me empujan más lejos del discurrir diario.
Podría callármelo pero no puedo ni quiero mentirme tantas veces.
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