lunes, 26 de diciembre de 2011

NOMBRAMIENTOS EXPRÉS

Huyo de comentarios propios del día y me refugio en otros que no son de la festividad pero que serán de cada día en los próximos meses. Me cuesta no decir algo de la estancia de mi nieta Sara con nosotros estas fechas (hoy ya no está), pero, conscientemente, lo dejo para otro día.
Juro que hoy simplemente hago unos dedos mientras me ocupo de otras cosas y así, en este tiempo muerto, me entretengo en algo. En algo distinto quiero decir. Y no diré de qué es distinto.
Se van cerrando las segundas líneas de la cadena de mando en eso que llaman el Gobierno. Y empiezan a asomar las patitas por debajo de la pierna. No podía ser de otra manera. Por ley de analogía, las mismas causas traen similares consecuencias. Y si se nombra al frente de Defensa a un ministro que anda hasta las cejas en consejos de administración de compañías que producen armas, pues que cada cual extraiga las consecuencias elementales. Por ejemplo.
Pero, antes de todo esto, me deja perplejo un hecho que es común a cualquier cambio de Gobierno, sea del signo que sea. A él quiero dedicar esta nota.
Para este caso, se ha señalado que los ministros no conocían su nombramiento a la hora de la comida y que a las siete de la tarde ya estaban nombrados todos. ¿Cómo se le da cabida temporal a este proceso? Uno piensa -para qué coño pensará uno- que este asunto debe de comenzar con una llamada, continúa con una explicación de lo que se quiere y se requiere en el Ministerio, se sigue con un contraste de pareceres y solo al final se acepta o se rechaza. Porque uno supone que alguno tal vez debería rechazar el cargo (niños, ocupaciones, falta de ímpetu, dudas, carácter, profesiones incompatibles, timidez, falta de tiempo para gustos personales, idoneidad o no para el cargo…) Hasta mil cosas.
Pues todo esto en un santiamén arreglado. Entre tres y siete de la tarde y después de cumplir con varias formalidades. Como si obrara otra ver el espíritu en forma de paloma y volviera a engendrar como por ensalmo.
A mí me produce sonrojo este asunto, en el que no alcanzo a entender nada más allá de un juego de intereses, en un apúntate y después ya veremos.
Una vez más supongo que no puede haber sido así porque físicamente es imposible que se cumplan ni los mínimos formales. Pero es que, además, nadie ha dicho ni una sola palabra al respecto. A nadie más le ha extrañado. Al menos que yo haya oído o leído. Y hay mucha gente -dicen que sesuda y que se lleva una pasta gansa- que se dedica a estos asuntos todos los días a la que no le ha entrado ni pizca de curiosidad por este hecho.
Qué bruto tengo que ser. Una vez más. No aprendo. Y ya voy mayor.

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