“De la muerte decía Epicuro que es algo que no debemos temer, porque “mientras somos, la muerte no es, y cuando la muerte es, nosotros no somos”. Con este razonamiento, verdaderamente aplastante -decía Mairena-, pensamos saltarnos la muerte a la torera, con helénica agilidad de pensamiento. Sin embargo -el sin embargo en Mairena era siempre la nota del bordón de la guitarra de sus reflexiones-, eso de saltarse la muerte a la torera no es tan fácil como parece, ni aun con la ayuda de Epicuro, porque en todo salto propiamente dicho la muerte salta con nosotros. Y esto lo saben los toreros mejor que nadie.”
Son palabras de don Antonio Machado apocrifado en Juan de Mairena. Creo que en varias ocasiones le he dado vueltas al asunto, tanto a la afirmación de Epicuro como a las pegas que le arrima Machado.
Hoy vuelvo a recordar a ambos a cuenta de la fiesta de los dos días primeros de noviembre, esa conmemoración tan llena de santos como de difuntos, tan llena de aparente vida como de segura muerte.
Por si fuera poco, a todo ello se le ha sumado la imposición de una representación llamada de Halloween, que viene a reproducir el mismo esquema que el que sufrió la imposición e implantación de la fiesta cristiana, Así que se recibe ahora el mismo jarabe que se suministró hace ya muchos siglos desde el lado cristiano.
Ahora no se amenaza con la muerte ni con los castigos a quien no se someta a los nuevos usos, como se hizo en otras épocas. La imposición hoy parece más sutil pero es más directa. Otra vez son los medios de comunicación y su representación imaginativa los que se apoderan de las maneras y de los usos de las generaciones más jóvenes hasta convertirlas en seguidoras fieles y rendidas de lo que se les plantea. Ahí está el cine, ahí está el imperio, ahí el inglés y sus concreciones, ahí el mundo de las imágenes y de los disfraces, ahí el seguimiento sin crítica, ahí la escala de valores, ahí lo que hay cada año más: una fiesta sin ninguna justificación ni cultural ni histórica pero que se impone a marchas forzadas.
Pero a estos festejos de máscara y de coloridos negros se les están oponiendo otras negras fuerzas que no quieren perder su exclusiva en casi nada. Por eso algunas salidas de pata de banco como las del obispo de Alcalá y sus acólitos que aconsejan a los niños y adolescentes que se vistan de santos y de ángeles durante estos días para hacer frente y dar visión cristiana de estas fiestas de Halloween. Me imagino a los niños alcalaínos por las calles de la ciudad con las manos juntas y hasta rezando el rosario. Angelitos. A lo mejor hasta logran alguna conversión, o algún milagro en plena calle. Quizá alguno hasta consiga la levitación con los fríos. O tal vez terminen en un enfrentamiento entre fuerzas ocultas de un signo y de otro, dándose palos hasta ver quién puede con quién y hasta demostrar cómo se imponen las fuerzas del bien sobre las del mal. Como si de una fiesta de moros y cristianos otoñal se tratara. Acaso también ese espectáculo termine por alzarse con la denominación de fiesta de interés turístico internacional y las localidades en las que mejor se represente se atiborren de visitantes que llenarán los establecimientos turísticos y harán subir la riqueza en esos lugares.
Mientras tanto, a mí me gusta recordar a los que me precedieron en esa cadena humana interminable que me ha permitido asomarme al tiempo y al espacio por un rato. Aunque sea como despojo de todos los despojos. Y siento la necesidad de darles las gracias a todos pues me considero integrante de una fuerza universal, de una conciencia eterna, de una suma de fuerzas que solo pueden tender hacia un conjunto total de elementos positivos, por más que se desmigajen en trocitos de tiempo y de espacio por los caminos del cosmos. Todos, y yo con ellos, somos la suma de una última sensación que no descansa y que empuja a la vida cada día.
Tal vez la muerte no sea otra cosa que un cambio en la intensidad de la conciencia, un pase a la reserva más solemne, un empujón hacia el sabor de lo continuo. Por eso Epicuro se anima y nos anima en el consuelo. Pero Mairena nos pone en guardia para que no nos engañemos sin saberlo. Vivir es ir muriendo, y la muerte ya existe antes de haber llegado pues es eje y palanca de todas las acciones de la vida.
1 comentario:
Pues yo creo que no,la vida es el eje y palanca de todas las acciones,la muerte ....es la quietud total.
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