“Platero es pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera, que se diría
todo de algodón, que no lleva huesos. Solo los espejos de azabache de sus ojos
son duros cual dos escarabajos de cristal negro.
Lo dejo suelto, y se va al prado, y acaricia tibiamente con su hocico,
rozándolas apenas, las florecillas rosas, celestes y gualdas… Lo llamo
dulcemente: “¿Platero?”, y viene a mí con un trotecillo alegre que parece que
se ríe, en no sé qué cascabeleo ideal…
Come cuanto le doy. Le gustan las naranjas, mandarinas, las uvas
moscateles, todas de ámbar, los higos morados, con su cristalina gotita de miel…
Es tierno y mimoso igual que un niño, que una niña…; pero fuerte y
seco por dentro, como de piedra. Cuando paso sobre él, los domingos, por las últimas
callejas del pueblo, los hombres del campo, vestidos de limpio y despaciosos,
se quedan mirándolo:
-
Tien´asero…
Tiene acero. Acero y plata de luna, al mismo tiempo.”
¿Qué valor tienen estas palabras que
conforman el primer capitulito del libro “Platero y yo”? Se cumple el
centenario de su publicación y no sé en qué medida sigue presente y es leído
por todos. En mi recuerdo, agradecimiento y admiración, se me ocurren enseguida
unos cuantos valores. Por ejemplo:
a) En su origen sirvieron para continuar
en el empeño de unos amores impulsivos de su autor con Zenobia. Y algo tuvieron
que ver, pues, con todo lo posterior, en la vida del matrimonio y en la
literatura que nos dejó Juan Ramón.
b) Los estudiosos lo pueden analizar
como muestra clara del modernismo, tan de moda en aquellos años primeros del
siglo pasado. Ahí cabe todo un análisis que supongo que interesa solo a los
iniciados en el asunto, a esa gente que escribe cientos y cientos de páginas
para demostrar que tal o cual adjetivo apareció en tal o cual mes con una
variante semántica distinta: hay gente pa to.
c) La gente de andar más por casa se
puede detener en la manera de escribir del joven creador y tal vez imitarlo y
empezar a hacer sus pinitos con este modelo. Se puede fijar, por ejemplo, en el
uso y la frecuencia de los adjetivos, en su carácter colorista, en el tipo de léxico,
en los diminutivos y su carácter afectivo, en la organización del discurso:
aspecto físico, actividad, comidas, carácter, imagen general final… Tal vez
observe la perfecta puntuación, el valor de los puntos suspensivos y su uso
preciso, el tono de confianza… No son pocas cosas, y todas desde los niveles más
sencillos y dispuestos para ser imitados.
d) Pero es que acaso, después de ello,
un lector se puede interesar por conocer otros capítulos de los que el
animalito es protagonista, y tal vez se anime a leer el resto del libro.
e) ¿Y quién puede no pensar que de esa
lectura no salga una mayor atención a la figura de ese animal y de otros,
figura que tal vez ande escondida y hasta olvidada en nuestros quehaceres
diarios? ¿Y cómo aparecerá esa figura en cada lector? ¿Y no relacionará a este
animal con otras clases de animales?
f) ¿No será normal que se despierte en
el lector cierta curiosidad por el mundo de los animales en general, por su
importancia, por su cuidado y por su situación en relación con el ser humano?
g) ¿Y qué tal si lo imitáramos y creáramos
para nosotros mismos, con nuestras propias palabras, con nuestros adjetivos y diminutivos
inventados y siendo nosotros dueños del mismo? Mis alumnos lo hacían con un burro y con el animal que más les
apetecía. Y no eran malos los resultados.
h) ¿Y si lo actualizamos y le damos
aparejos y cualidades más modernas? ¿Qué tipo de borriquillo saldría de ahí,
tal vez el burro-taxi de Mijas, o qué?
i)
Puede
que no esté mal intentar hacer lo mismo con otros elementos: personas, objetos…,
para construir relatos o historias. Aquí la imaginación ya lo puede todo y el
pobre Platero no es ya más que un pretexto para que activemos nuestra creación
y nuestra imaginación.
j)
Ah,
y que no se me olvide que a mí me ha servido muchas veces de ejemplo, de
escritura, de ortografía, de léxico, de organización, de ternura… Y de elemento
de trabajo con el que sentirme a gusto y ganar para comer unos garbanzos
calientes y riquísimos.
Y no agoto las posibilidades de
mercado de este borriquillo universal, tierno y duro a la vez, sobre el que a mí
también me gustaría ir montado, en su sencillez y en su fortaleza, por esas
sendas de la vida, que no siempre se muestran propicias a la comprensión y a la
sensibilidad.
Gracias, Platero.
1 comentario:
Buen observador eres.... como buen maestro, leer tus observaciones me enseña a ver aspectos que antes no tenia en cuenta pero siempre hay algún aspecto personal que me atrevo a apuntarte y es la emoción pletórica de felicidad interior de Juan Ramón que trasmite en el texto.. desmenuzando hasta el mínimo detalle de Platero que nos hace amar tiernamente a este burrito delicioso, y el cariño con que trata los pequeños detalles en "las uvas moscateles,todas de ámbar,los higos morados,con su cristalina gotita de miel" ennobleciendo tremendamente los simples alimentos, realmente nos deja una sensación de éxtasis de felicidad.
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