Una
de las imágenes que más les duele a mis ojos es la del comienzo de rebajas en
algunos grandes almacenes. Suelen aparecer en cualquier antología del disparate
que me proponga; y mira que es largo en páginas y en sobresaltos. Termino
tratando este asunto y muchos otros casi como simple curiosidad pues sospecho
que no puedo estar yo en lo cierto y tantos otros en lo equivocado. Pero como
las cuentas me siguen saliendo con el mismo resultado cada vez que las describo
y analizo, pues las pongo una y otra vez, por si alguien quisiera sacarme de mi
error y meterme en el infinito número de los que aciertan y además se divierten
hasta casi el orgasmo (o más allá de él). Lo malo es que, cuando acudo a la
reflexión de los que han estudiado el asunto, resulta que me parece que me dan
la razón. Qué enredo el mío.
El
caso es que veo a esas manadas de seres (algunos incluso humanos) que irrumpen
descontrolados por las puertas, que se abren como se abren los toriles, o tal
vez las compuertas de un pantano rebosante, y me entra miedo y ganas de escapar
y de salir corriendo de mi habitación. Lo primero que hacen (eso dicen ellos
mismos) es abrazarse a un montón de ropa, como haciéndose poseedores de la
misma y vigilando con todas sus fuerzas para que nadie se la quite. Después ya
vendrá la selección y la compra. He visto que en algunos lugares han
sofisticado el reclamo con la exigencia de mayores descuentos a los que se
presenten en ropa interior. Supongo que los harán desnudar para que se
avergüencen y salgan de allí un poco más vestidos, después de haber descargado
su pudor y sus carteras. Qué espectáculo.
Leo
estas tardes y mañanas la Ética a Nicómaco,
una de las obras de Aristóteles que se acerca, ya poniendo las bases esenciales,
a todo lo que será después el desarrollo de los conceptos aplicados a la vida
de los seres humanos, es decir, de lo que llamamos ética, y, de todo el repaso
que hace de las virtudes y de los vicios, tanto voluntarios como involuntarios
(valentía, cobardía, temeridad, valor, coraje, placer, moderación,
intemperancia, liberalidad, magnificencia, magnanimidad, ambición, mansedumbre,
amabilidad, sinceridad, agudeza…), no sé qué apartado encajaría con esta
extraña representación del ser humano que pierde el sentido por conseguir una
camisa rebajada. Ahora creo que lo llaman comprador compulsivo o algo así. Para
mí es una representación de la estulticia, de la impudicia y de un
analfabetismo muy acentuado. Sé muy bien que estoy comprimiendo la imagen y que
el mundo de las rebajas y del comercio en general tiene muchas aristas, pero
esta del comienzo y del estampido inicial es para mí de las más deprimentes
porque me muestra al ser humano es su estado más instintivo, irreflexivo y
animal; en ellas muchos seres se desnudan física y mentalmente con el único fin
de vestirse con nuevos ropajes que no han de llevar sino de nuevo a la
apariencia y al desfile de figuración ante los otros. Un carnaval continuo,
pero domados por el dinero y por el instinto y la impudicia.
De
nuevo me acuerdo del que confesaba a un amigo que había comprado un collar para
su perro y, cuando este le recordó que no tenía perro, le contestó sin pudor
que eso poco importaba, porque lo importante era lo barato que le había
costado.
1 comentario:
Quizás sea simplificar más de la cuenta, pero creo que lo que realmente se compra es 'ahorro': ese es el objeto de la compra.
Saludos.
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