“Cuando tú eres, la muerte no es,
y cuando la muerte es tú ya no eres”. Así reza la frase célebre. Algunos lo
hacen más esencial y próximo afirmando que “la muerte no es otra cosa que un
certificado escrito en un registro”. Reniego
de ambas citas.
El sábado te fuiste hacia otra
parte, pero no te llevaste todo. Me parece más cierto que la verdadera muerte
es el olvido. Y este no se ha producido ni se va a producir durante mucho
tiempo.
Una última descomposición y una
insuficiencia respiratoria tranquila y prolongada agotaron tu vida y tu
aliento. Pero lo hiciste lento, tranquilo, sosegado, con calma y, sobre todo,
al amparo de todas tus hijas. Te prometo que no había visto morir a nadie de
manera directa, ni siquiera a mis padres, a los que tanto sigo recordando y
queriendo. No voy a olvidar el corro de tus hijas y tus nietos, dándote la
mano, rozándote la cara y ofreciéndote el último beso, respirando contigo, dándote
los últimos alientos y llorando contigo tu apagamiento lento y silencioso. Sé
que una última lágrima se dejó resbalar desde tus ojos en ese último minuto. ¿Desde
tu consciencia o desde tu inconsciencia?
Mira, Ángel, te lo digo de corazón,
créeme, tú que creías tanto. Eras un hombre bueno y bondadoso por encima de
todo. Y sabes qué te digo, yo que no siempre coincidía contigo en muchas cosas,
que la bondad termina por acoger en sus brazos más cosas que la propia razón. Porque
la bondad, cuando duda, acepta y asume sin exigir, mientras que la razón se
pone más celosa de sí misma y más exigente con las cosas. Tal vez por eso
termina por ser más duradera la bondad, y, sobre todo, más intensa. Y tú tenías
bondad para regalar a todo el mundo.
Yo creo que tanta has regalado
que has dejado abundancia de ella en tus hijas. A mí me lo van a contar que comparto
mi vida con una de ellas que rebosa bondad y generosidad por todas partes. Es
tu mejor legado, Ángel, no lo dudes, es tu mejor tesoro. Y no lo tienes
guardado, está por todas partes. Cómo no darte las gracias yo por ello. Y van
después tun nietos: mis hijos, mis sobrinos, también tan buena gente todos
ellos. ¿Qué mejor cosa, entonces?
La vida no es eterna, tú lo
sabes, al menos la de aquí de entre nosotros. La otra, aquella en la que tú
tanto creías, si existe, te ha acogido para que tu bondad siga sirviendo de
alegría y contento.
No estoy seguro de que se pueda
decir que la vida es hermosa, pero sí que se puede vivir hermosamente. Pienso
que tú lo has hecho en abundancia, y tu ejemplo seguirá vivo entre nosotros. Tus
hijas y toda tu familia te querían tanto que han de seguir tu ejemplo en ser
bondad con vida.
Por lo demás, qué quieres que te
diga: la vida seguirá dando sus pasos, los días y las noches nos darán la
medida de las cosas, nos haremos mayores y vendrán los siguientes a ocupar
nuestros puestos en el proceso inevitable del tiempo y del espacio.
Descansa en buena paz y abrázanos
a todos con tu bondad de siempre.
4 comentarios:
Buenos días, profesor Gutiérrez Turrión:
Así se fueron mis padres, rodeados de cariño.
Descanse en paz.
Un abrazo
Es lo más bonito que he leido en mucho tiempo. Gracias Papá. Te quiero mucho.
Muy bonito Antonio.
Un beso para Nena y para todos.
Ruth.
Gracias, muchas gracias
Antonio
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