Sigo asistiendo asustado y con humor
canino a muchas de las cosas que suceden en la calle, a la vista de todos, sin
poder hacer otra cosa que lanzar un grito de protesta que para muy poco sirve,
salvo para mi desahogo.
Hoy mismo se votan los llamados
presupuestos, esas cuentas generales que reparten los ingresos y los gastos de
la comunidad según la escala de valores de la mayoría parlamentaria. En ello
radica su importancia, hasta el punto de colocar esta ley en la cúspide de las
que anualmente se aprueban en el foro político común.
Los números apuntan a que más de dos
mil millones de euros se van en aumento y beneficio específico del País Vasco y
más de doscientos en mejoras exclusivas para Canarias. Tales compensaciones se
deben a las peticiones de dos partidos nacionalistas que poco o nada promueven
el reparto favorable a otros territorios. Se escudan en que ellos representan a
los electores de esos territorios nada más, y se quedan tan frescos y oreados.
Por si acaso, y para que no se les caiga la cara de vergüenza, lo adornan con
alguna guinda genérica que les lava la cara y que a nada les compromete.
Son los nacionalistas, siempre lo han
sido y siempre lo serán. Por eso he afirmado continuamente que los
nacionalistas siempre son de derechas, se llamen como se llamen.
Lo más desasosegante es que sus
electores les aplauden con las orejas. Y, aun peor, casi todos los de los demás
lugares los miran con envidia y exigen a sus representantes que hagan lo mismo
y que busquen el beneficio provincial o regional. Sospecho que incluso algunos
que lean estas líneas entenderán como algo normal que esto suceda; y lo harán
como algo normal, de norma y de costumbre.
Estamos acostumbrados a ver algo
parecido con cualquier partido gobernante, con más o menos descaro, pero no
deja de parecerme sonrojante.
¿Nadie piensa que esto es lo que más
desune a una comunidad a poco que nos echemos a pensar y a poner algo de razón
en lo que sucede? ¿Cuántos españoles que no sean del País Vasco o de Canarias
no se sentirán enfadados y poco predispuestos a ilusionarse con una comunidad
general más justa y equitativa? ¿Qué tentaciones tendrán los representantes de
los demás lugares antes estas evidencias? A estos representantes nacionalistas
tendrían que arrojarlos al pilón sus propios electores por egoístas y escasos
de mente. No se dará el caso, por desgracia, porque han nacido políticamente
para esto.
También los electores tendríamos que
pensar qué parte de culpa nos corresponde a la hora de elegir cargos que solo
buscan el beneficio de su territorio y se olvidan de los demás, como si no
tuvieran los mismos derechos y los mismos deberes.
No resulta fácil, a la vista de lo
que ocurre cada día con más descaro. Y ese camino nos conduce al abismo y al
sálvese quien pueda. El más rico y el más fuerte andan memos preocupados; el más
débil a veces parece que no se entera e incluso que anda hasta agradecido con
su suerte.
La convivencia es difícil por la
diversidad de intereses que se ponen en juego. Por eso, la buena voluntad y el
sentido común tienen que imperar y mandar al rincón del olvido al egoísmo y al
sentido provinciano y pueblerino que tanto abunda. Ayyyyyyyyyyyyyyyyyy.
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