Mayas y limones, primaveras y
calores, marzo ventoso y abril lluvioso hacen a mayo florido y hermoso. Todo
eso anda en las tradiciones y está bien que así sea.
Hay otra tradición más reciente pero
más social y más sabrosa. Es la celebración del día 1º de mayo, la fiesta del
trabajo, el día en el que simbólicamente se grita por las calles en busca de
una situación más justa y menos escandalosa. Son los sindicatos los que llevan
la voz cantante, sobre todo los de clase; los otros se ciñen a sus afiliados y
poco quieren saber de los demás.
Cada año se recogen, en forma casi de
catálogo, las principales reivindicaciones obreras. Apenas cambian de un año para
otro. ¿Cómo iban a cambiar si las coordenadas siguen siendo las mismas? Apenas
si añaden alguna imagen más reciente para darles algo más de proximidad y visualización
a los conceptos básicos.
Copio los de este año en sus líneas
generales:
1.- Empleo estable:
2.-Salarios justos.
3.- Pensiones dignas.
4.- Más protección social.
Y algunas de las peticiones
concretas: Derogar las reformas laborales; Crear un Plan de Choque; Volver a la
negociación colectiva; Salario mínimo interprofesional; Igualdad salarial;
Derogar la reforma de pensiones…
Todo se puede razonar y discutir,
pero difícilmente se podrá argumentar que estas peticiones no apuntan hacia
toda la comunidad y especialmente hacia los más necesitados. Los sindicatos
tendrán que ver la manera de dar cuerpo a la participación de los ciudadanos
para que estos no se sientan frustrados y hasta recelosos de las organizaciones
(ahora mismo andan cerrando con el Gobierno un acuerdo para dar estabilidad a toda
una multitud de interinos que, a falta de mejor explicación, me sonroja y me recuerda
otra de hace varios decenios), pero no hay excusas para no decir bien alto que
queda mucho camino por recorrer y mejoras por realizar.
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