Y aquel que otra mañana se levantó con
tiempo y vio que nuevamente el sol andaba enjaulado en la terraza y que decidió
darle rienda suelta y dejarlo que volara para extenderse a su gusto por todo el
horizonte y que al salir de casa y ya en la calle quiso dialogar con alguien y
que se encontró solo y solitario y que entonces llamó al sol para que le
acompañara en su paseo diario y que este sonrió y puso buena cara y que se
colocó encima de él y que le hacía como
un foco de claridad y un nimbo luminoso y que dejaron las calles silenciosas y que se dirigieron a los montes
y pegaron la hebra intercambiando impresiones acerca de cualquier cosa y que se
sentía a gusto dialogando y que el sol le decía que desde arriba las cosas se
veían mejor y de otra manera y que muchas veces le daba cierta pena al
contemplar cómo lo humanos gastaban los esfuerzos en alcanzar metas sin ninguna
consistencia y en asuntos que no tienen mucho sentido solo para complacer sus
apetencias más inmediatas y personales y que observaba cómo se olvidaban de los
demás y del futuro y del pasado y que a pesar de todo él seguía allí arriba
viendo que todo daba vueltas a su alrededor y que él mismo caminaba sin sentido
por el espacio y sin fin determinado y que también se sentía desconcertado cada
vez que pensaba en esa carrera loca en el abismo y que el caminante le preguntó
por qué ese empeño en calentar a todos y que el sol le respondió que era un
mandato ciego y que cumplía alguna orden desconocida pero que se sentía
contento dando calor y que el caminante ya en ambiente de confianza volvió la
mirada hacia arriba frente al sol y lo descubrió risueño y con cara feliz y que
el sol le animó a cultivar la amistad y a vivir ese día y los demás como si
fueran el límite del tiempo y que le empujó a dejarse llevar por las ganas y a
dar rienda suelta a sus deseos y que le aseguraba que en buena medida eso
dependía de él y que le pedía que se olvidara del filo ignorante de las malas
lenguas y que con su compañía intentarían dar esquinazo al invierno y llamar
poco a poco a la lejana primavera y que para ello procuraría desde ese día demorarse
un poquito más en el cielo y que si seguían siendo amigos le enseñaría los
secretos escondidos del bosque y de las fuentes y que el caminante le pidió que
se lo prometiera y que el sol bajó hasta el suelo y le ofreció un abrazo rodeándolo
y convirtiéndolo en un haz luminoso y que siguieron caminando en conversación y que se perdieron entre los árboles y que
deben de estar aún por allí pues el caminante no ha llegado a su casa y que su
mujer anda intranquila y asomándose a la terraza para ver si aparece en lejanía
y que desde allí ve que hoy el día es otra cosa y no sabe muy bien por qué ni
para qué pero que piensa decírselo al caminante por si entre ambos dan con la
solución al misterio de ese sol de invierno que llegó a la terraza y sigue
intentando levantarles la cara y pedirles ánimo positivo para todos los días
que se avecinan.
1 comentario:
Guau!!!!!.... Qué bonito y estimulante escrito, nos has puesto en positivo a todos, y además creo que ha sido una escritura automática y sincera que me ha llegado al corazón. BESOS Toñin!
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