martes, 27 de febrero de 2018

CON SABOR DE COPLA


Se le suele pedir al poeta que no siempre toque el mismo palo. Creo que es una buena exigencia. Se puede perder en cohesión, pero, sin duda, se gana en variedad. Al fin y al cabo, la vida es absolutamente diversa; y los días y los ánimos, también. Las estrofas y los cantos populares están en la esencia misma de la cultura general y de los sentimientos más arraigados. Me gusta “perderme” y “olvidarme” de vez en cuando en sus aires y en sus suspiros, a la búsqueda de alguna de esas ráfagas que cruzan el cielo y que, de vez en cuando, dejan la impronta de la luz y de la plenitud. De vez en cuando.
Ahí van unos intentos:

¿Para qué quiero mis ojos
si solo me hacen sufrir?
Con ellos canto, río, lloro…
siempre buscándote a ti.


Así, como gime el viento,
con lamentos de amoríos,
lo mismo en tu pensamiento
gimen también mis suspiros.


Lloraba la rosa un día
en el jardín, y el clavel,
pesaroso, le decía
por qué lloraba también:
“Porque lo que más quería
se olvidó de mi querer”.


¿Para qué el agua en la fuente
cuando no se tiene sed?
Tampoco mi pasión duele

si no te puedo querer.

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