lunes, 26 de febrero de 2018

PENSIONES Y DIGNIDAD HUMANA


Asistí el jueves 22 a una manifestación, convocada por la CGT, para protestar contra la subida exigua de las pensiones: tan solo un 0,25 por ciento anual en los últimos ejercicios fiscales.
Algunas consideraciones generales:
En esta ciudad estrecha, las manifestaciones suelen estar muy poco concurridas, a pesar de esa ensoñadora estela de ciudad industrial y de tradición obrera.
 Si las convoca un partido de izquierdas -son, por otra parte, los únicos que convocan-, enseguida se cohíbe la gente y actúa esa red sicológica, que se ha hecho casi pétrea, contra los partidos, por parte de los ciudadanos.
Muchas veces he afirmado que una de las peores consecuencias de este período de gobierno neoliberal es la hinchazón de una conciencia difusa y pendulona, que nos lleva a encerrarnos en nosotros mismos, en nuestro egoísmo, y a cargarnos de prejuicios negativos ante todo lo que apunte a consideraciones y soluciones de tipo social y general. A mí esto me parece mucho más grave incluso que la propia crisis económica.
Esta vez el convocante era un sindicato anarquista, y podría esperarse todavía un rechazo mayor y una asistencia más minoritaria.
La tarde noche estaba tomada por el frío helador y poco o nada invitaba a salir a la calle.
Pues, a pesar de este contexto, más de mil personas pasearon su indignación por la calle Mayor, desde la Corredera hasta el Ayuntamiento, lugar en el que se leyó un manifiesto como protesta contra la reforma laboral y la situación en la que han quedado las pensiones. Pocas veces he visto en Béjar tanta gente reunida para un acto como este. Poco que ver con los días 1º de mayo. El recuerdo se alejaba a alguna protesta por los recortes en sanidad o enseñanza, o al más lejano pasado de cierre de fábricas textiles.
¿Por qué, a pesar de estas condiciones, tanta gente estaba en la calle? La realidad, a veces, es más sencilla que lo que nos creemos. En este caso, lo más evidente es que muchos ciudadanos están hartos de su situación económica y de la que previsiblemente aguarda a las generaciones más jóvenes. Esta es, además, una ciudad envejecida y decadente y hay muchas pensiones de muy poca cuantía. Sencillamente es que hay gente que ya no puede resistir más. Y la hay de todos los colores políticos: allí vi a gente que en ningún contexto me imagino votando a partidos de izquierda. Y vi a gente que cobra pensiones más altas, supongo que pensando en la proyección de sus propias pensiones y en solidaridad con sus vecinos.
Quedarse solo en la descripción del hecho no es muy honrado intelectualmente: hay que desbrozarlo y analizarlo con calma. Sin duda, tiene muchas variantes y no todas del mismo color. Seguro que las soluciones no son sencillas ni de un día para otro.
Pero a muchas de las personas que paseaban su enfado por las calles de Béjar, como lo hacían también en otros lugares de España, no se les puede decir que el asunto necesita un análisis calmado y racional. Sencillamente están hartos y su realidad es la del mismo día y la del día siguiente, con las dificultades de allegar el pan que necesitan para una vida mínimamente digna.
Por eso, sin caer en la demagogia ni en el populismo barato, resulta urgente que el hecho se analice en profundidad y se planteen soluciones verdaderas. Difícilmente se encontrarán si no se establece una escala de valores justa que sirva de base ideológica para la toma posterior de decisiones. En esa escala de valores está la esencia y está el núcleo de la situación y de su futuro. Y ahí no es fácil encontrarse porque chocan las ideologías.
Por si sirviera de algo, al menos se podría considerar como base de discusión aquella afirmación de don Antonio Machado que me gusta recordar con frecuencia: “Nadie es más que nadie, porque, por mucho que valga un hombre, nunca tendrá valor más alto que el valor de ser hombre”.
Tal vez así -y ya puestos a seguir leyendo al maestro- “cuando llegue el día del último viaje”, nos podremos encontrar todos “ligeros de equipaje, casi desnudos, como los hijos de la mar”. Aunque no sé yo si esto último no nos llevaría a asuntos testamentarios también y mejor será no menearlo más.

Hala, al rincón de pensar.

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