Asistí el jueves 22 a una
manifestación, convocada por la CGT, para protestar contra la subida exigua de
las pensiones: tan solo un 0,25 por ciento anual en los últimos ejercicios
fiscales.
Algunas consideraciones
generales:
En esta ciudad estrecha, las
manifestaciones suelen estar muy poco concurridas, a pesar de esa ensoñadora
estela de ciudad industrial y de tradición obrera.
Si las convoca un partido de izquierdas -son,
por otra parte, los únicos que convocan-, enseguida se cohíbe la gente y actúa
esa red sicológica, que se ha hecho casi pétrea, contra los partidos, por parte
de los ciudadanos.
Muchas veces he afirmado que
una de las peores consecuencias de este período de gobierno neoliberal es la
hinchazón de una conciencia difusa y pendulona, que nos lleva a encerrarnos en
nosotros mismos, en nuestro egoísmo, y a cargarnos de prejuicios negativos ante
todo lo que apunte a consideraciones y soluciones de tipo social y general. A
mí esto me parece mucho más grave incluso que la propia crisis económica.
Esta vez el convocante era un
sindicato anarquista, y podría esperarse todavía un rechazo mayor y una
asistencia más minoritaria.
La tarde noche estaba tomada
por el frío helador y poco o nada invitaba a salir a la calle.
Pues, a pesar de este
contexto, más de mil personas pasearon su indignación por la calle Mayor, desde
la Corredera hasta el Ayuntamiento, lugar en el que se leyó un manifiesto como
protesta contra la reforma laboral y la situación en la que han quedado las
pensiones. Pocas veces he visto en Béjar tanta gente reunida para un acto como
este. Poco que ver con los días 1º de mayo. El recuerdo se alejaba a alguna
protesta por los recortes en sanidad o enseñanza, o al más lejano pasado de
cierre de fábricas textiles.
¿Por qué, a pesar de estas
condiciones, tanta gente estaba en la calle? La realidad, a veces, es más
sencilla que lo que nos creemos. En este caso, lo más evidente es que muchos
ciudadanos están hartos de su situación económica y de la que previsiblemente
aguarda a las generaciones más jóvenes. Esta es, además, una ciudad envejecida
y decadente y hay muchas pensiones de muy poca cuantía. Sencillamente es que
hay gente que ya no puede resistir más. Y la hay de todos los colores
políticos: allí vi a gente que en ningún contexto me imagino votando a partidos
de izquierda. Y vi a gente que cobra pensiones más altas, supongo que pensando
en la proyección de sus propias pensiones y en solidaridad con sus vecinos.
Quedarse solo en la
descripción del hecho no es muy honrado intelectualmente: hay que desbrozarlo y
analizarlo con calma. Sin duda, tiene muchas variantes y no todas del mismo
color. Seguro que las soluciones no son sencillas ni de un día para otro.
Pero a muchas de las personas
que paseaban su enfado por las calles de Béjar, como lo hacían también en otros
lugares de España, no se les puede decir que el asunto necesita un análisis
calmado y racional. Sencillamente están hartos y su realidad es la del mismo
día y la del día siguiente, con las dificultades de allegar el pan que
necesitan para una vida mínimamente digna.
Por eso, sin caer en la
demagogia ni en el populismo barato, resulta urgente que el hecho se analice en
profundidad y se planteen soluciones verdaderas. Difícilmente se encontrarán si
no se establece una escala de valores justa que sirva de base ideológica para
la toma posterior de decisiones. En esa escala de valores está la esencia y
está el núcleo de la situación y de su futuro. Y ahí no es fácil encontrarse
porque chocan las ideologías.
Por si sirviera de algo, al
menos se podría considerar como base de discusión aquella afirmación de don
Antonio Machado que me gusta recordar con frecuencia: “Nadie es más que nadie,
porque, por mucho que valga un hombre, nunca tendrá valor más alto que el valor
de ser hombre”.
Tal vez así -y ya puestos a
seguir leyendo al maestro- “cuando llegue el día del último viaje”, nos
podremos encontrar todos “ligeros de equipaje, casi desnudos, como los hijos de
la mar”. Aunque no sé yo si esto último no nos llevaría a asuntos
testamentarios también y mejor será no menearlo más.
Hala, al rincón de pensar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario