CONTEMPLANDO LA LUZ EN MONTE MARIO
La luz se ha hecho gigante y
condiciona,
con su fuerza celeste y
misteriosa,
todas las formas sólidas del
bosque.
Se enciende entre las copas de
los árboles
y son, por eso, hogueras
luminosas
que reverberan luz y encienden
las siluetas
de los troncos dormidos del
pinar;
acaricia las ramas, da
conciencia
y recuerdo a las raíces,
asomadas
a la fiesta radiante, y es la
vida
abierta en su mitad, sangrando
luces.
La rama es ya otra rama y en
la copa
todo se transfigura: es otra
forma
la que se alza soñando con los
cielos.
Aquello que era oscuro es
ahora claro,
ha venido al reclamo de la luz
y todo lo escondido es
superficie
dispuesta para el fuego en que
perece,
en un rito sagrado de
purificación.
Yo sigo, sin embargo, en la
ceguera,
pidiéndole a la luz que no me
olvide,
que me haga epifanía y luz
también,
que me queme en el fuego de
esta tarde,
como un testigo más que está
sediento
de fundirse en el fuego y en
la llama.
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