Para dentro de unos días se
anuncia una huelga de mujeres reclamando igualdad y no discriminación entre
géneros. Estamos en pleno apogeo de las protestas contra el acoso sexual y la
violencia que llaman de género. Las protestas por la desigualdad salarial se
han acrecentado… Y, en general, está en ebullición el comentario y el cuerpo
visible de una situación que, para muchas personas, urge cambiar y actualizar.
El asunto -nuevamente- es tan
denso y tan extenso, que apenas se puede dejar un simple índice de opinión.
Pero para eso estamos, para equivocarnos y para dejar alguna muestra de lo que
se piensa en torno de este asunto, tan importante en la convivencia y en la
evolución social.
Echarle un vistazo a la
historia, en lo que a la situación femenina se refiere, y ponerse a llorar es
casi la misma cosa. Por cierto, ese lloro también se produce con el repaso de muchas
otras variables.
Afirmar que darle una vuelta
de actualización y mejora a todo este asunto es necesario y urgente no parece
que sea descubrir ningún mediterráneo.
Simplificarlo en unos cuantos
eslóganes y frases contundentes puede resultar práctico pero no sé si del todo
correcto y hasta sensato. A veces estas formas de actuar producen un efecto de
rechazo y de perjuicio contra el que las atiza.
Por el contrario, merodear por
lo general de las causas y por la esencia de la dificultad nos permitiría ver
mejor el bosque antes de dejarnos deslumbrar por el árbol más cercano y florido.
Utilizar el lenguaje y las
estadísticas con precisión creo que ayudaría bastante a la defensa de la causa.
Valga este ejemplo. Creo que, con demasiada frecuencia usamos como términos sinónimos
los de “iguales” y “equivalentes”, y “diferentes” y “desiguales”, sobre todo
esta última pareja. De nuevo la pobreza del lenguaje y su torpe aproximación a
la realidad. No hay que insistir en las diferencias anatómicas que existen
entre ambos sexos, y las que de ello se derivan. Y aquí no se ha pronunciado
nadie acerca de la supremacía de un sexo o de otro, sino acerca de las
diferencias. ¿Para qué hablar de igualdad en este asunto?
Algo totalmente diferente
sucede con la igualdad o desigualdad que de ello se puede derivar. Nada tiene
que ver eso con el hecho de que todos los seres humanos sean iguales y no
desiguales en lo que a derechos y deberes se refiere. Y también de esta
afirmación se deriva todo un sinfín de consecuencias en la vida real. ¿Cómo
imaginarse, por ejemplo, que una persona con discapacidad no tiene los mismos
derechos que una sin ella, sin que por ello tengamos que negar la existencia de
esa diferencia? ¿O por qué destacar y premiar más unas habilidades que otras y
no premiar el esfuerzo y la colaboración? Ahí está la valoración social de
algunas profesiones (futbolistas, famosetes…) para confirmarlo y para
avergonzarse tal vez.
Por todo ello, me parece que
atacar el asunto en su punto esencial es lo que puede contribuir realmente a su
mejora, mientras que otras formas pueden llevarnos a la confusión y al retraso
en la solución del mismo.
Asunto este delicado para no
entrar en terrenos políticamente incorrectos, pero crucial para una mejor
convivencia y para una igualdad real y no solo simulada.
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