Si resulta difícil definir el
concepto AMOR, ¿cómo se puede
imaginar su forma real? Yo me lo imagino como un líquido que adopta la forma
del recipiente que lo acoge y que le da vida. Así, el amor en una persona
prudente tendrá las características que definan la prudencia; en una flor será
el perfume y su color; en un niño adoptará la forma que le exijan la inocencia
y la espontaneidad; o, en fin, en una persona impulsiva, se manifestará como lo
que le impongan la fogosidad y la pasión. Aunque tal vez lo que sea más
verdadero es la situación concreta en la que cada individuo se halle a la hora
de dar sentido a ese amor. En ese caso, el molde sería siempre la misma
persona, pasada por el cedazo del espacio y del tiempo individualizados. Qué
difícil. Tal vez no deberíamos dejar que nadie nos mangonee en algo tan
inconcreto como importante. Al fin y al cabo, solo “quien lo probó lo sabe”.
El transcurrir de la VIDA es siempre como un borrador, como
una prueba primera, como un ensayo que necesita una toma definitiva para que
tenga validez. Esa última prueba que pule los detalles y que fija el criterio
último es, claro, la MUERTE. Todo se
analiza y se comenta a partir de la muerte. Ella es el referente y el recuerdo,
la medida de todo lo que antes y después se sucede. La vida es un gerundio que
siempre se está haciendo y que no se puede dar por definitiva porque en ella
hay siempre un fragmento de futuro. La muerte se conjuga en participio y cierra
la visión dándola por terminada. Por eso, solo el que ha muerto tiene derecho a
decirlo todo y a no guardarse nada en el tintero. El pudor ya no cuenta y cada
verdad o mentira se convierte en lapidaria y última.
Cualquier ACCIÓN u OBRA es siempre
póstuma. Incluso se puede afirmar que no termina nunca pues sus consecuencias y
sus añadidos son imprevisibles y dependen de las circunstancias en las que se
midan o se consideren esas obras. Y la consideración se realiza para cualquier
acción, no solo para las obras literarias o de creación artística. La
valoración, esa que ya no depende del creador sino solo del espectador o
lector, termina de ser solo del lector cuando el autor ya no puede decir nada
acerca de ella. De nuevo, la muerte es la pared que marca el lindero y las
propiedades de cada uno. Pero es que,
además, la obra no es obra hasta que no está terminada; durante su confección,
el creador está sometido a un conjunto de fuerzas de todo tipo que lo llevan y
lo empujan en distintas direcciones, y solo el resultado indica la última
relación de fuerzas y crea el ser vivo
que se entrega a la vida. Esto desde el punto de vista del lector; desde el
ángulo del creador, la obra también es póstuma, pero la vive solo intensamente
en su realización.
¿Qué es eso de REALIZARSE? Solemos entender por tal
aquella trayectoria en la que una persona va conduciéndose a sí misma y
orientando sus acciones a la consecución de unas metas queridas y buscadas.
Siempre le ofrecemos connotaciones positivas. Pero pocas veces pensamos en los
esfuerzos que nos cuesta esa deseada realización. ¿No será que muchas veces nos
estamos explotando a nosotros mismos en ese proceso de satisfacción? Si así
fuera, sería bueno que buscáramos unos límites que nos impidieran el paso para
no transformar el remedio en una mayor enfermedad. Hay muchos modelos de
realización, pero las sociedades nos imponen modelos, nos acotan caminos y nos
restringen voluntades. Seguir los de aquellas que no ponen por encima de todo
el valor de la persona y que no conceden tiempo y espacio libres para cada ser
individual tal vez no sea lo más positivo. Cuidado con el humo en los
conceptos.
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