miércoles, 21 de febrero de 2018

DE MIS APUNTES


Si resulta difícil definir el concepto AMOR, ¿cómo se puede imaginar su forma real? Yo me lo imagino como un líquido que adopta la forma del recipiente que lo acoge y que le da vida. Así, el amor en una persona prudente tendrá las características que definan la prudencia; en una flor será el perfume y su color; en un niño adoptará la forma que le exijan la inocencia y la espontaneidad; o, en fin, en una persona impulsiva, se manifestará como lo que le impongan la fogosidad y la pasión. Aunque tal vez lo que sea más verdadero es la situación concreta en la que cada individuo se halle a la hora de dar sentido a ese amor. En ese caso, el molde sería siempre la misma persona, pasada por el cedazo del espacio y del tiempo individualizados. Qué difícil. Tal vez no deberíamos dejar que nadie nos mangonee en algo tan inconcreto como importante. Al fin y al cabo, solo “quien lo probó lo sabe”.

El transcurrir de la VIDA es siempre como un borrador, como una prueba primera, como un ensayo que necesita una toma definitiva para que tenga validez. Esa última prueba que pule los detalles y que fija el criterio último es, claro, la MUERTE. Todo se analiza y se comenta a partir de la muerte. Ella es el referente y el recuerdo, la medida de todo lo que antes y después se sucede. La vida es un gerundio que siempre se está haciendo y que no se puede dar por definitiva porque en ella hay siempre un fragmento de futuro. La muerte se conjuga en participio y cierra la visión dándola por terminada. Por eso, solo el que ha muerto tiene derecho a decirlo todo y a no guardarse nada en el tintero. El pudor ya no cuenta y cada verdad o mentira se convierte en lapidaria y última.

Cualquier ACCIÓN u OBRA es siempre póstuma. Incluso se puede afirmar que no termina nunca pues sus consecuencias y sus añadidos son imprevisibles y dependen de las circunstancias en las que se midan o se consideren esas obras. Y la consideración se realiza para cualquier acción, no solo para las obras literarias o de creación artística. La valoración, esa que ya no depende del creador sino solo del espectador o lector, termina de ser solo del lector cuando el autor ya no puede decir nada acerca de ella. De nuevo, la muerte es la pared que marca el lindero y las propiedades de cada uno.  Pero es que, además, la obra no es obra hasta que no está terminada; durante su confección, el creador está sometido a un conjunto de fuerzas de todo tipo que lo llevan y lo empujan en distintas direcciones, y solo el resultado indica la última relación de fuerzas y crea el  ser vivo que se entrega a la vida. Esto desde el punto de vista del lector; desde el ángulo del creador, la obra también es póstuma, pero la vive solo intensamente en su realización.


¿Qué es eso de REALIZARSE? Solemos entender por tal aquella trayectoria en la que una persona va conduciéndose a sí misma y orientando sus acciones a la consecución de unas metas queridas y buscadas. Siempre le ofrecemos connotaciones positivas. Pero pocas veces pensamos en los esfuerzos que nos cuesta esa deseada realización. ¿No será que muchas veces nos estamos explotando a nosotros mismos en ese proceso de satisfacción? Si así fuera, sería bueno que buscáramos unos límites que nos impidieran el paso para no transformar el remedio en una mayor enfermedad. Hay muchos modelos de realización, pero las sociedades nos imponen modelos, nos acotan caminos y nos restringen voluntades. Seguir los de aquellas que no ponen por encima de todo el valor de la persona y que no conceden tiempo y espacio libres para cada ser individual tal vez no sea lo más positivo. Cuidado con el humo en los conceptos. 

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