domingo, 11 de febrero de 2018

SEÑALES DE HUMO


En este descanso carnavalero y carnavalesco, siguen las opiniones y los análisis de la realidad de nuestra piel de toro. Y seguimos con la matraca del asunto catalán. He escrito “asunto”, una palabra baúl que sirve para todo y no concreta nada, porque no sé qué debo escribir: dificultad, problema, dilema, atolladero, conflicto, tema…, o juerga, lucha, batalla, combate, polémica, pasión, ideal… Qué sé yo. Es que no sé concretar nada, cada día menos, para mi desgracia, porque, en realidad, no sé qué sea esto.
En una entrevista al profesor Ignacio Sánchez Cuenca, persona por la que siento respeto en lo que opina, leo lo siguiente: No es un problema de reforma constitucional, que no la va a haber porque la derecha la vetará. La cuestión es que no hemos sido capaces de proporcionar una lectura abierta de la Constitución que permita un ejercicio de la democracia más inclusivo”. La respuesta se enmarca en una larga entrevista, en la que se opina acerca de muchas cosas, pero sobre todo del asunto catalán, su encaje, los comportamientos de ambas partes y las posibles soluciones.
Elijo esta afirmación porque me parece que abarca casi todo y porque representa, creo, la línea general de sus opiniones y respuestas. Es, además, una afirmación que me parece ver en muchísimas ocasiones.
La miro, la remiro, la contemplo, la descompongo, la analizo… y me quedo con los ojos como platos, sin saber cómo interpretarla ni cómo visualizar su aplicación. “Ejercicio de democracia más inclusiva”. ¿Y eso qué es? ¿Cómo se sustancia? ¿En qué se concreta y cómo se visualiza? ¿Qué principios ideológicos y sociales se rompen o se implementan con la democracia más inclusiva? Me pierdo, me pierdo y me pierdo.
Creo que mi corta mente puede alcanzar hasta el nivel de entenderlos términos “democracia” e “inclusiva”. Hasta ahí podíamos llegar. Uno no es tan tonto, coño. Pero repito, no encuentro a nadie que me concrete en qué medidas se tiene que plasmar esa inclusión.
Porque convendría hablar claro y no engañar al personal, que para eso ya están los escritores, los perfectos fingidores como los llamaba Pessoa. Átenme esa mosca por el rabo e inclúyanme todo lo que haya que incluir, por favor. ¿O es que hay alguien que no está dispuesto a que todos, también los catalanes, pero todos, se hallen contentos e incluidos alegremente en la comunidad?
He pedido en numerosas ocasiones que las mentes más preclaras concreten leyes y hechos que permitan esa democracia más incluyente. NO TENGO RESPUESTA, SOLO AFIRMACIONES GENÉRICAS QUE COMPROMETEN POCO O NADA. A modo carnavalesco o tragicómico, he propuesto algunas por ver si los tiros van por ahí o apuntan a otros hechos. Repetiré algunas que me vengan a la mente:
1.- ¿Permitir que los catalanes se levanten a las tres de la mañana y los demás no?
2.-  ¿Obligar a todos, menos a los catalanes, a levantarse a las tres de la mañana?
3.- ¿Impedir que en el resto de España se hagan castillos o torres de más de cuatro pisos?
4.- ¿Permitir que en Cataluña se circule por la izquierda y en el resto de España no?
5.- Impedir que en España, salvo en Cataluña, se crezca por encima del metro y medio, o al revés?
Y así hasta el juicio final.
Concreten, por favor, concreten y déjense ya de generalidades.
Estoy viendo ya venir con la monserga de la mayor autonomía, de leyes y competencias propias, de recaudaciones particulares, de instituciones diferentes, de… todo lo que separe unas formas de vida de las de otros lugares.
Y a mí me surge siempre la misma pregunta: Si esto de la diferenciación es bueno, que lo sea del todo y animemos, defendamos, propugnemos y proclamemos la separación de territorios, la creación de los estados que haga falta y no nos quedemos a medias tintas con contentar peticiones y derechos intermedios. Si se trata del bienestar de las personas, no de idealizaciones imbéciles y sin base real. Vengan las independencias y las subdivisiones, los cuarteamientos y hasta las divisiones por barrios y por portales. Lo proclamo con toda solemnidad y sin ninguna ironía.
Eso sí, si de ello se deduce la diferencia de derechos, las desigualdades económicas, las posturas supremacistas y prefascistas, el rechazo continuo, los apuntes de racismo y el impulso de conceptos (pueblos, naciones, destinos…) de dudoso respeto y realidad, entonces conmigo que no cuenten.
Aún creo que estoy a tiempo de que me convenzan de que algo así es positivo, e incluso a veces pienso que algo de bueno tiene que haber cuando tanta gente parece defenderlo. Pero cada día lo veo más confuso y agotador. Y no puedo ni debo dar rienda suelta a mis impulsos porque me arrepentiría cualquier rato de estos.
Sigo creyendo, cada día con más fuerza, que existe otra visión de la vida y de la convivencia radicalmente distinta, que tiene sus bases en la cooperación, en la ayuda y en el reparto social,  y hasta en el amor, y no en la mirada de reojo y en las diferencias, en yo soy más que tú y mis esfuerzos solo están encaminados a separarme de ti, sobre todo si tengo que compartir la mesa y tú aportas en teoría menos.

Desde esta visión, tal vez idealizada, aseguro que todo lo que está pasando se ve con fastidio y hasta con rabia. Qué le vamos a hacer.

2 comentarios:

mojadopapel dijo...

Creo que no es una visión idealizada, es una visión que tiende hacía lo no excluyente, a que lo diferente sea solo una cualidad individual sin más y no apartarnos de los logros de igualdad que se han conseguido en nuestra sociedad, y que la colaboración y la convivencia sean para estar en armonia con todo lo que nos rodea tanto en la naturaleza como con el ser humano, y que nuestro aprendizaje tenga que ver cada vez más con el aumento de la conciencia social y la unión, y no con el separatismo.Y dicho esto...me has hecho reir un buen rato con tu exigencia de concreciones contra esas generalidades que nunca comprometen ni dicen nada...jajajajajaja.

Antonio dijo...

Puede ser