DAVID HUME DESCUBRE EL EMPIRISMO EN SU JARDÍN
David Hume meditaba paseando
la última validez de la razón.
Pensaba, por ejemplo, que el
invierno
no era tiempo propicio ni
oportuno
para plantar de rosas el jardín:
establecía perfiles en la
temperatura,
sopesaba las horas de luz y de
calor,
decidió que podaba los esquejes
dos veces cada año…
y deducía de todo lo pensado
certera conclusión.
Aquella primavera heló varias
semanas
y todo se quedó en un simple
cálculo
que dejó sin razón a la razón.
Decidió preguntar a un campesino
por sus costumbres, hábitos y
usos
en el simple cultivo de la flor.
Con la mirada al suelo y
taciturno,
en pensamiento grave sentenció:
No ha de ser guía exacta de la
vida
el poder sin poder de la razón,
sino el hábito fiel que determina
lo que la mente tiene de razón.
Así, será presagio del futuro
lo que el pasado cierto le dictó.
David Hume continúa sembrando
rosas
en las tardes de luz en su jardín,
con la norma que dicta la
costumbre
y llenando de dudas la razón.
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