lunes, 11 de febrero de 2019

LOS NO ALINEADOS



No hace muchos años, en la época de la guerra fría, cuando el mundo andaba dividido en dos bloques (tampoco es muy diferente ahora mismo), los países se alineaban como partidarios de uno de esos bloques. A unos cuantos países, no demasiado poderosos, se les englobaba en el llamado bloque de los no alineados. Eran aquellos que no rendían vasallaje ni a una parte ni a otra. En el pecado solían llevar aparejada la penitencia: les llovían palos por todas partes.
Creo que es algo que sucede en todos los niveles de la vida: en los globales, en los de media distancia y en los más cercanos.
Véase, si no, lo ocurrido con el asunto del relator y con la manifestación de la derecha política española en Madrid. Buena parte de la opinión publicada se ha alineado con una de las partes y, sobre todo, ha puesto a la otra a caer de un burro. Como si la realidad fuera tan simple y las cosas se arreglaran de un plumazo.
Los que serenamente argumentan y ven cizaña y brotes verdes en ambas partes se quedan solos y también reciben golpes en todas las partes del cuerpo.
Me parece que se puede y se debe ser duro y claro en los conceptos y mucho más receptivo y relativo en lo personal. En el caso que nos ocupa, hay un aspecto en el que esto que digo creo que se manifiesta con nitidez. Se han dejado oír con claridad algunos de los llamados barones del PSOE y algunos de los antiguos dirigentes del mismo. Pues la que les ha caído encima por parte de los opinadores en redes sociales es casi como si lloviera el diluvio. Lo peor es que se hace con descalificaciones absolutas, personales y llenas de odio, sin argumentar y solamente dejando correr el río de las aguas fecales. Por parte de gente de la derecha, de esos que hace nada también los mandaban a las penas del infierno, ahora se oyen alabanzas y sugerencias para que se les haga caso y se les tenga en cuenta. Para que el sainete se convirtiera en astracanada, alguno de esos barones, con ironía indisimulada, ha dejado correr la crítica inmisericorde contra el presidente del Gobierno, que no ha hecho otra cosa que un intento -a mi juicio desafortunado- de arreglo de un conflicto social y político.
En medio de todo este guirigay, ¿qué les queda a los que aspiran a la serenidad y a la jerarquización de las ideas, a ver la luna y no solo el dedo, a separar el grano de la paja, a pensar y a tratar de ver luz en un túnel que se ve largo y casi sin posible salida? Tal vez tan solo seguir poniendo la otra mejilla, sabiendo que en su superficie aspira a lucir la luz de la razón, de la serenidad y el equilibrio sin renunciar a exponer lo que crean básico y de mayor alcance. Y a todos nos vendría bien serenar la testosterona, mirar al horizonte y ver algo de luz. Esta nos ha de llegar, si es que llega, de la buena voluntad, de la lealtad, de la solidaridad y de la convicción de que siempre es mejor una mano abierta para el más necesitado que un puño cerrado con nuestras verdades absolutas en bandolera. Este asunto, como tantos otros, tiene dos caminos diferentes: el legal, y el moral y ético. El legal parece claro y hay que dejarlo sustanciar en los juzgados. El moral nos debería llevar a considerar las voluntades encontradas y a la necesidad de entender que darse un abrazo es más productivo que llamarnos de todo para no conseguir más que distancias y mala leche.
Qué cansino es predicar en el desierto.

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